Polvo en el horizonte, las tres españas cabalgan a
lomos de sus corceles: Balón, Pancarta y almidón. Mientras la primera se
anestesia y la segunda reaparece tras años de “no sabe no contesta”, la tercera
se viste de boda para mostrar una apariencia impoluta, esmoquin sin arrugas que
viste mucho entre los que se reúnen para cantarnos que “Europe is living a
celabration”. Pero tienen miedo y se ofuscan, el mejor momento para escuchar
sus verdades tantas veces escondidas en eufemismos ininteligibles. Tras años de
piquete televisivo coreando que España va bien, acusan de trepanar la imagen
hispana a quien desafía en carne propia esa consigna por hacerlo delante de
invitados de postín. Tal como Juan Diego en los Santos Inocentes. Han vendido
frascos con suspiros de la virgen y acusan de herejía a quién sólo ve botes con
aire. Cuando la realidad se impone a la consigna intentan cuartear a
quienes sienten como plebe: enemigo en paro, enemigo inmigrante, enemiga
mujer... Enemigos de España. De su España homogénea, de su burbuja irreal. Pero
hay otra. La que puede disfrutar de un mundial que se acerca y a la vez salir a
la calle consciente de que su existencia no es la entelequia que se cuenta en
el telediario. Ese caballo llamado Balón no puede permanecer en la cuadra
eternamente anestesiado. Corre el riesgo de volver del mundial a las primeras
de cambio.
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