martes, 26 de octubre de 2004

HA LLEGADO EL DÍA

Hemos dormido sobre el lecho de una Historia bastarda, hija de usurpadores armados que, sintiéndose depositarios eternos de la tierra, asesinaron a los hombres y después a su memoria. Hemos silenciado sus recuerdos en el mismo baldón en el que fueron fusilados sus sueños. Hemos escondido en el estómago el veneno del mordisco de una víbora que seguía viva cada amanecer. Hemos visto gente que sufre y calla dolor pero ya no miedo, que no sólo “desea su pan, su hembra y la fiesta en paz”. El tiempo de jarcha ha concluido; no hay rencor de viejas deudas pero no se puede vivir sobre el silencio, hijo del miedo, cómplice del terror. No hay ira, pero tampoco libertad mientras perviva el ultraje del olvido, de la desmemoria interesada, de una sangrante herida falazmente cicatrizada. Construir los cimientos del nuevo edificio de la concordia sobre viejas literas de muertos desarropados del calor de una flor es garantía de ruina. Ha llegado el día de lavar su honra: fueron ejecutados y comidos por los gusanos lejos de su hogar, fueron exiliados y probaron el amargor del pastel que no se puede comer en casa, fueron personas de bien. Que puedan descansar, por fin, en paz.

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