La
objetividad de un periódico es un camelo, una entelequia. Y si fuera
posible no sería conveniente, sólo encontraríamos una cabecera. El
periodista que se escuda en la objetividad es una farsante, en el mejor
de los casos nos narrará su visión-versión de los hechos, en el peor nos
encontraremos con el relato que le interesa al patrón, la moto que le
venda la parte interesada o la necedad que crea que usted quiere leer.
Más la subjetividad no debe cruzar la línea Maginot del respeto y la
prensa deportiva la desborda asiduamente. El “As” con un madridismo
ramplón, de ópera bufa, “El Mundo Deportivo” y el “Sport” encendidamente
culés con un ojo puesto en las inmediaciones del Bernabéu, puro
complejo y el “Marca” cuyo dominio del mercado les impulsa a sentirse
poseedores de una verdad absoluta inexistente, una prepotencia que les
conduce a ridiculizar al modesto y un patrioterismo xenófobo plasmado en
titulares como “leña al moro” o “moro, plata y bronce” refiriéndose al
atleta El Guerrouj. Vender más te hace más rico no necesariamente mejor.
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