martes, 26 de octubre de 2004

EUSEBIO

Miércoles, 20 de mayo de 1.992, cerca de las once de la noche, estadio de Wembley. Desde el borde del área, unos metros escorada a la derecha de la portería, se produce una falta. Ronald Koeman lanza con fuerza y precisión y el balón embiste a la red. Delirio en azulgrana. Foto histórica de una histórica deuda saldada. Recordamos al irascible Stoichkov, al austero Zubizarreta, al genio Laudrup, al imberbe Guardiola... pero pregunten a quien le hicieron esa falta, germen del gol, casi nadie recordará a ese futbolista que no era fuerte, no corría mucho, no sabía regatear, no iba bien de cabeza, no marcaba goles y sólo se le notaba cuando no estaba. Muchos de los que vieron aquel partido dudarían incluso si jugó.

Ese es su estilo, jugar sin hacer ruido, sin dejar un resquicio a la demagogia, tan de moda hoy en el fútbol. Nunca una carrera inútil y a la vez nunca escatimó esfuerzo alguno, siempre en el lugar preciso para cortar, mirar y pasar. Su apariencia menuda le convirtió en sospechoso, su juego mató la sospecha e hizo carne el verbo de Ángel Cappa “el atleta cuando llega acaba, el futbolista cuando llega empieza”.

Austero, fiel reflejo da la Castilla Machadiana “al fin aquí me tenéis, ligero de equipaje”, Eusebio ha sido capaz de jugar quinientos partidos en primera división devolviéndonos el juego perdido, ese fútbol sin aditivos, güisqui sin soda, sexo sin boda, ese buen vino que con el tiempo sólo puede mejorar.

Un recuerdo en estos tiempos de desmemoria, su regreso al Nou Camp. Todos los espectadores, de pie, le aplaudieron a rabiar cuando fue sustituido. El azar quiso que ese partido acabase con triunfo del R. Valladolid, naturalmente el gol lo marco él.

Nadó contracorriente y lejos de ahogarse nos ha dado quinientas lecciones. Hemos disfrutado del fútbol y hemos aprendido a vivir. Gracias.

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