Es sólo un libro pero este hojaldre de
páginas es a la vez una clase vigorosa de periodismo impartida por Teresa
Aranguren. De principio avisa, sin tapujos, “El testigo del drama está en el
drama...no creo que pretender ser distante y aséptico sea condición de
objetividad y verdad”. Escribir es mirar el mundo desde un particular
caleidoscopio, componer desde la mirada propia, una de tantas. La pretensión de
objetividad es un ejercicio de cinismo retórico que esconde la individualidad
del ángulo de visión de quién escribe. Teresa, al contrario, marca su
territorio, sale a la calle casi a cuerpo, pertrechada sólo con el poder de la
palabra. De la palabra escrita, de la que no se lleva el aire, de la que
demanda permanecer; palabras revestidas con tanto orgullo como las personas, no
personajes, que habitan en las páginas del libro.
Escribo “habitan” y
no en sentido metafórico, porque quien ha sido expulsado de su tierra configura
en su anhelario una patria sustentada en la memoria y esa es su morada. Bien lo
saben los ocupantes cuya primera tarea es rescribir la historia borrando
cualquier vestigio de una realidad anterior. Golda Meir (varias veces ministra
y jefa de gobierno israelí) no pudo resumirlo mejor en 1969: “¿Qué es esa
historia del pueblo palestino? Los palestinos no existen”. Pues existen, mas en
su existencia acarrean la pesada carga de una mochila rebosante de ese oprobio
y de desesperanza.
Esa desesperación
troquelada con la esperanza, valga la paradoja, de mantener firme el hilo de la memoria es la carne de un libro en el
que Teresa ha volcado su ansia por captar el valor humano de las personas a las
que el dado lanzado sobre los ejes de la geografía y la historia les ha
convertido en victimas portadoras del drama cotidiano que indefectiblemente
engendra la violencia generalizada. En Palestina y en tantas otras manchas de
injuria sobre el mapamundi.
Hoy, como diría
Calderón, sueña el rico en su riqueza, sueña el rey que es rey. Lo es y ejerce
porque le dejamos serlo. Este libro es una rebelión de quienes no quieren ser
súbditos complacientes o seres inanes viendo la vida pasar en este páramo del
conformismo que occidente. Sus páginas nos inquieren, muestran la fuerza de la
duda, lo recomendable del yerro; pero Teresa, a su vez, se exige la libertad de
mujer libre al elegir su lado en la barricada, el ángulo de los que sufren. Sin
medias tintas. Palestina. El hilo de la memoria es un canto a la
inteligencia como hija del pensar y del sentir, es un síntoma de vida y
una espuela.
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