domingo, 25 de mayo de 2025

PUNTO FINAL, PUNTO Y SEGUIDO

 

Foto: Carlos Gil Roig

Obviamente me equivoqué, cuando, en los días previos al comienzo de esta infausta temporada, decidí que 'caminando sobre el alambre' sería un título idóneo para esta ventana, un encabezamiento que habría de definir la venidera peregrinación por la categoría recién adquirida: un caminar de funámbulo contorsionándose en pos de equilibrar su cuerpo para lograr mantenerse en pie y así alcanzar la plataforma de salvación. Mis dotes proféticas quedaron en entredicho demasiado pronto: la caída fue tan prematura que no ha existido caminar, ni siquiera alambre. Tan temprana, que el resto del trayecto ha supuesto sin más el prolongado trasiego hacia la nada del acróbata abatido, un rosario de pasos intrascendentes, desilusionados y, peor aún, desilusionantes. Tan largo, que el final ha generado un resuello de alivio. El sonido del silbato que puso fin a este pertinaz esperpento me provocó la misma exclamación que recordé se producía tiempo atrás en mi pueblo cuando, en verano, mi tío Pedro celebraba la misa. Este, que ejercía de sacerdote en otros puntos de la provincia, regresaba a la casa de sus padres y sustituía a don Rufino, el párroco local, que simétricamente se desplazaba a su localidad de origen. El hombre se extendía tanto en el ceremonial que la misa excedía con creces el tiempo al que la concurrencia estaba habituada. De tal forma que, tras el 'podéis ir en paz', alguna voz socarrona, en vez del consabido 'demos gracias a Dios', se limitaba a resoplar, entornar los ojos y aventar un sonoro 'gracias a Dios'.

El colofón, no podría ser de otra manera, se ha convertido a la vez en compendio y antítesis. Compendio en cuanto que el encuentro ha recopilado las carencias arrastradas a lo largo de la competición –perdón por utilizar esta palabra ultrajada en blanquivioleta–por este grupo desasido, desamparado, incapacitado, abatido... El Leganés, otro descendido, ha plasmado la abisal diferencia que separa el 'caminar sobre el alambre' de un equipo consciente de sus limitaciones del arrastrarse semana tras semana en cada estadio de la categoría. Antítesis, precisamente, al observar el desempeño pepinero. Al final, comprobamos que un idéntico resultado no responde a prácticas similares. Al constatar la opuesta reacción de ambas aficiones –una reconoce aplaudiendo, la otra digiere maldiciendo–, resulta sencillo colegir los antagónicos estados de ánimo. De la misma manera con la que encontramos, así cantaba Leño, 'maneras de vivir', también existen maneras de descender. Y ha correspondido la peor.

Punto final, punto y seguido. Vendrá la próxima temporada, trasiego para arrostrar, desierto para atravesar. Un viaje, además, pleno de cambios por desentrañar. Más que venir, iremos a ella. Y puesto que será obligatorio tomar una decisión al respecto de cómo enfrentar el tiempo que atravesamos y nos penetra, me quedo con el consejo de la abuela Luz María –el personaje interpretado por Zenia Marabal en la película dirigida por Benito Zambrano 'Habana Blues'– en una de las escenas rodadas y no incluidas en el metraje: «Pase lo que pase y venga lo que venga, nunca pierdas la ternura». Pues eso. Ternura y agradecimiento a ustedes.

Publicado en El Norte de Castilla el 26-5-2025

 

martes, 20 de mayo de 2025

CENSURAR RETROCEDE

 


Foto: Efe


La piedra está echada a rodar cuesta abajo, obedece, sin más, las leyes de la dinámica. El desplazamiento no arranca ahora: ahora se percibe porque ya ha adquirido una velocidad que asusta, incomoda o, según a quiénes, ilusiona. Los nombres de líderes que sucesivamente han emergido no fueron resultado de una generación espontánea surgida de la nada, de una sociedad inerte, sino el efecto lógico de un mundo agrietado, de una estructura que amenaza ruina, de un armazón institucional que no trasmite sensación de cobijo.  

Apuntaba Manuel Vázquez Montalbán, en la revista Ajoblanco en 1993, que “una sociedad puede perfectamente legitimarse mientras funcione la alianza entre los dos tercios dominantes: instalados y emergentes. Y los sumergidos, como no hay ninguna posibilidad de vertebración […], esta sociedad los puede digerir perfectamente”. Tesis ya anunciada por el economista J. K. Galbraith

La alianza entre los dos primeros tercios se ha roto -el tiempo, las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2028 aportarán una pista, constatará si esta separación se tornará transitoria o irreversible. O camine de lo segundo a lo primero estableciéndose una nueva alianza tras hacernos deambular por un escenario de trágicas consecuencias-, y no como fruto de que los sumergidos encuentren una fórmula de vertebración que haya desestabilizado el statu quo; sino a resultas de que -como efecto de las fallas estructurales del sistema, las tesituras que no se han abordado, los movimientos que en amplios círculos se han transmitido como amenazas- ha crecido en el segundo tercio -incluso en vetas del primero- un desafecto hacia lo que perciben como impuesto, un temor hacia un modelo que depaupera, una ecuación que cuestiona privilegios.  

Ocurre que el sistema no percibe (o sí y les conviene) que los rechazos no crecen a favor sino en contra, no responden a leyes de su modelo caduco. Las fuerzas que representan el desafecto son apoyadas porque se asume que molestan, que duelen. La pretensión de cancelarlas, léase por ejemplo Rumanía, lejos de anularlas, implica un mayor crecimiento por más que se postergue. O sea, doble error porque, además de contraproducente, censurar supone caminar hacia atrás.

Publicado en El Norte de Castilla el 20-05-2025

lunes, 19 de mayo de 2025

EL MIEDO A OTRO PRECIPICIO

 

Foto: C. Espeso

Al Pucela se le fue la luz, se le apagó el fútbol. Se ha conducido de la penumbra a la tiniebla. La percepción del entorno no alivia la realidad con ensueños. Si en otras ocasiones, las certezas de los descalabros alentaron el ánimo del desquite, si las heridas de la defenestración se aderezaron con el bálsamo de las expectativas, si las lágrimas del infortunio se enjugaron con la toalla del seguro retorno; ahora la certeza, la herida o el llanto se hunden en la congoja del desaliento, en el agonizante 'vete a saber cuándo volveremos a jugar un partido de Primera'. El miedo propio de la sensación de vulnerabilidad atenaza y presenta la espesura de los peores escenarios. No aparece ni por la imaginación un clavo ardiente al que agarrarse. En este irse la luz blanquivioleta, la afición –la ciudad, diría– se halla como la mayoría de españoles aquel lunes, último de abril, que ya preservaremos indefinidamente en nuestra memoria: sorprendidos, atenazados, sin entender qué, sin comprender cómo, confiando en que... Mi cabeza entonces recurrió al pasado. A mi madre sacando de la cómoda las velas –que obviamente guardaba porque los apagones resultaban previsibles–, o retirando con premura el cable de la antena si el apagón se producía de resultas de una tormenta. A mí mismo ordeñando a mano las vacas hasta que alguien inventó una piececita que, colocada en el tubo de escape del tractor, permitía a la ordeñadora realizar su tarea. A todos con la certeza de que la avería sería resuelta en poco rato. Ahora, el apagón nos abocó a la paralización casi absoluta de las actividades, nos presentó un descenso a los infiernos, una secuela de interrogantes cuyas respuestas se empecinaban en mostrarnos quebradizos, vulnerables, fútiles. Respuestas sin respuestas ante el hecho.

 

No atisbamos solución al apagón pucelano. Encadena derrotas en este patético final, asume lastres que habrá de acarrear en el reinicio, desconoce las manos que habrán de dirigirlo en las distintas instancias de decisión... Su imagen como club, quebradiza, vulnerable, fútil, descorazona. Sobrevive, así lo transmite, encadenando patadas 'p'alante'–no escribo patada a seguir porque en el argot rugbístico se denomina de esta forma a un golpeo intencional al balón, un pateo con sentido–. En la respuesta del 'Ronaldo vete –o vende– ya' se esconde el riesgo, visto lo visto, leído lo leído, de que la alternativa aún empeore lo inempeorable. No es cuestión de ser agorero: cuando Ronaldo llegó, no lancé salvas. Como Santo Tomás, no lo haré con quien haya de venir hasta que palpe carne resurrecta.

 

Ante el Alavés, la tristeza por este devenir se me incrementó ante la circunstancia de que, pese a jugarse todos los encuentros a la misma hora, no hube de estar pendiente de las alteraciones de los marcadores en otros estadios. Siquiera para concebir una secuencia de imprevistos resultados, algún súbito gol ajeno que apremiase a mantener encendido el concentrador de oxígeno, una maquinita mutada a inútil una vez refrendado el apagón futbolístico blanquivioleta.

Publicado en El Norte de Castilla el 19-5.2025

 

miércoles, 14 de mayo de 2025

CHICOS DE BARRIO, MUESCAS DE ARRAIGO

 


Foto: Rodrigo Jiménez

Miguel Delibes, en sus 'Viejas historias de Castilla la Vieja' no le cupieron todas las historias que en esta tierra el discurrir del tiempo ha ido avejentando, relatos desatendidos en el geriátrico donde aguardan ese puñado de días por el que se deslizan hacia el olvido, andanzas de otros tiempos sin parangón con las vivencias del presente. Tiempo atrás me contaba mi padre una peripecia que bien podría haber servido de base a Delibes para relatar otra vieja historia e incluirla en el libro citado; una correría que, cosas de la tradición oral, a él también le habían referido sus mayores. En una de tantas épocas en las que el hambre apretaba, un zagal acarreaba una olla con los garbanzos de un cocido que habría de servir de sustento a una partida de labriegos. De camino, aprovechaba para ratear alguna cucharada. Una no se notará, debió pensar. El asunto es que tuvo el mismo pensamiento varias veces. Y claro, una, y otra, y otra..., merman considerablemente el conjunto. Al llegar a la tierra correspondiente y entregar el puchero, los campesinos se dieron cuenta del menoscabo. Le preguntaron al chaval qué había pasado. El mancebo, azarado, tuvo que buscar un requiebro que le sirviese de escapatoria. Y lo halló.

–Cuando venía, se me cayó la cazuela al suelo y me tocó recoger lo que pude.

La carcajada de los labriegos, a pesar de la certeza de que la ración sería corta, de que habría mucha jornada para tan poco garbanzo, despistó al zagal, no la comprendía; aunque le alivió: bien sabía que el adulto que ríe se convierte en inofensivo y, por tanto, la travesura no conllevaría azote alguno.

–¿Y cómo conseguiste recoger el caldo del suelo?

Excusas para salir del paso, excusas como las utilizadas por Álvaro Rubio –que si hacemos méritos, que si competimos cada vez mejor–; excusas de mal pagador que ante el Girona sí han cobrado sentido: el fútbol, quizá como venganza, no ha procedido con justicia con el Pucela.

Al menos, el partido ha servido para presentar dos caras nuevas, dos pilares sobre los que se deberá edificar el Pucela que habrá de venir. Uno, Alani, ha apurado los últimos minutos del encuentro; el otro, Iago Parente, adquirió credencial de titular y ha dispuesto de minutos sobrados para mostrar competencia. Salvo el argumento de la necesidad de salvar la categoría del Promesas, suena herético el empeño de alinear en estos últimos partidos a jugadores que ya son pasado, el desperdicio que supone el que no hayan servido para aportar cuajo –o para probar el nivel– en jugadores que, tal vez, puedan alimentar lo venidero.

Iago, junto con Chuki, además de canteranos, son críos de la ciudad, chicos de nuestros barrios, jóvenes amigos de jóvenes que se retroalimentan en el sentir como propia la blanquivioleta. Señas de identificación, muescas de arraigo, cimiento emocional. ¡Cuánto tiempo perdido!

Publicado en El Norte de Castilla el 14-5-2025

lunes, 12 de mayo de 2025

ESCASEZ DE MOTIVOS DE GRATITUD

 

 Foto: Francisco Ubilla-Factoría 9

Nuestra existencia, sin más, encabeza la lista del catálogo de los milagros. Siquiera, de los milagros estadísticos, de los que transforman en hecho lo numéricamente improbable. Al menos cuando la vida se desarrolla en condiciones de dignidad, incumbe celebrarla, conviene estimar el regalo de los sentidos por la capacidad que nos otorgan de percibir, de relacionarnos... Nos corresponde agradecer la vida a la propia vida y así lo infirió allá por el 1966 la cantante chilena Violeta Parra cuando compuso su 'Gracias a la vida', cuando musicalizadamente expresó su gratitud porque «me ha dado tanto».

 

Pocos meses después, en febrero del 67, sin que en ese lapso aparentemente le aconteciera nada traumático que le impeliese a mudar esa impresión, acabó con su vida. De hecho, pretendió dar por concluida su existencia en alguna otra ocasión a lo largo de esos meses. Aparentemente, el canto y el hecho se contradecían, resultaba paradójico tal fin en la misma persona que escribiera su gratitud a esa vida que «Me ha dado el sonido y el abecedario./ Con él, las palabras que pienso y declaro:/ madre, amigo, hermano, y luz alumbrando».

Cuesta acoplar letra y hechos. Aunque, para intentarlo, la propia música aportaba una información adicional. La tonalidad musical despedía un aroma melancólico; la melodía transmitía un aire lánguido, una apariencia mustia. Más vestigios: Violeta Parra habla ya de la vida como desde fuera, asumiendo que el proceso de su fin estaba en marcha, que abordaba con esa letra una despedida en la que plasmaba una cierta sensación de contento, de reconciliación consigo misma. Un rastro final: el disco al que pertenece el tema se titula 'Últimas composiciones'. En este contexto, el término 'últimas', como el 'nuevas', son adjetivos que refieren a lo más reciente. Un disco o un libro es el último o el nuevo de un autor mientras no aparezca otro más último o más nuevo. Sin embargo, ese 'último' arrastra una carga de ambivalencia, en su significado cabe el 'hasta aquí he llegado'. La pesadumbre por el desenlace no elimina la percepción de una vida que le mereció la pena haber vivido, una existencia que se puede inhumar bajo el epitafio 'fue bonita mientras duró'.

Epitafio lejano a las palabras con las que cualquier aficionado del Pucela cincelaría la lápida de esta temporada. Lejano o útil para reciclarlo añadiendo una doble negación: 'no fue bonita ni mientras duró'.

La pesarosa melodía que acompaña a los últimos partidos del Valladolid no resulta una despedida de la categoría porque la impresión, visto lo visto, sentido lo sentido, nos muestra un equipo que nunca formó parte de la primera división por más que la historia recordará que participó en dicha competición. Estuvo, pero ni puede dar las gracias a un trayecto vital que se ha consumido sin siquiera haber tomado forma reconocible.

Estos últimos partidos aportan menos emoción que las contiendas futboleras entre pueblos vecinos –carecen de la rivalidad que aporta la cercanía–, que los enfrentamientos mañaneros entre las peñas; la misma que los enfrentamientos de solteros contra casados en las fiestas de los pueblos. Menos, me atrevo a apuntar, porque, sin nada en juego, no transmiten ni la alborozada desenvoltura de aquellos. Se juegan porque entra en la obligación de completar un calendario. Podríamos pensar en que aportan utilidad para forjar una estructura de cara a la próxima temporada. Observando el elenco, ni eso. Si acaso rescato el crecimiento de Chuki. Pero al parecer tampoco hay garantía de que permanezca. A ver si sí.

Publicado en El Norte de Castilla el 11-5-2025

 

martes, 6 de mayo de 2025

HÁGASE LA LUZ

 


Foto: EP

De repente, cuando esperaba que el charcutero, mientras andaba entretenido lamentándose del triste devenir del Pucela, me cortase unas lonchas de algo con que adornar la barra de pan, se ennegreció la mañana. En el mercado, expectantes, nos mirábamos aguardando esos segundos previos a la vuelta a la corriente normalidad, pero ya saben ustedes que los minutos se alargaron hasta vestir de horas. Una semana ha transcurrido. No se ha dejado de hablar, mucho blablá y poca aclaración que, al parecer, a (casi) nadie de los empeñados en perorar conviene: de un lado, por esconder responsabilidad; de otro, por esparcirla.

Una imagen de aquel rato se me ha grabado como definición, del momento y de tantos otros: un operario, supongo que de mantenimiento del mercado, esbozando un gesto sereno, una sonrisa aliviada, una laxitud delatora, recorrió los pasillos haciéndonos saber que no había luz en toda la calle. Vaya, que el marrón que minutos antes intuyó habría de tragarse se había disipado. “Escúchenme, a mí no me miren”.

Los días transcurridos han desalentado a la razón. Ustedes ya lo saben, poco más puedo añadir, donde y cuando se requiere información precisa se superponen la prisa por exculpar y la premura por embarrar. Con un añadido, el recelo al conocimiento expresado. En este caso, no tanto por desprecio al saber, por la suplantación de la superchería, sino por el ruin ejercicio de aplicar interés al raciocinio, de dosificar la información técnica en pos del provecho de parte. Escucho argumentos como quien se topa con un médico a sueldo de una funeraria. Así, oigo análisis juiciosos, argumentados, con sólida base científica, pero que guardan ases para concluir lo que a priori sabes que, en función de la firma, van a concluir. Sea, en este caso, al respecto de la energía nuclear… o de las renovables.

Un último parecer. Hablamos de la luz, de que se fue… pero me da que el elemento distorsionador, tal vez porque el lapso no duró lo suficiente, no fue tanto la bombilla oscurecida como las conexiones interrumpidas.    

Publicado en El Norte de Castilla el 6-5-2025

 

 

 

lunes, 5 de mayo de 2025

VALLADOLID COMO LUGAR EN EL MUNDO

 

Foto: Rodrigo Jiménez

En Santa Rosa del Conlara, pequeña ciudad ubicada en un valle del departamento Junín en la zona rural de la provincia de San Luis, en un territorio que despectivamente adjetivaríamos por estos lares como 'la Argentina profunda', Mario Dominicci repartía su tiempo laboral entre la cooperativa lanera que tiempo atrás había concebido e impulsado y una docencia encaminada a formar –a formar como sinónimo de instruir e ilustrar; no como mero ejercicio de adiestramiento, de capacitación profesional– a la chiquillería vástaga del resto de cooperativistas. En el fondo ambos pilares sujetaban el mismo edificio en construcción: un refugio que ahuyentara el miedo, un soporte para aglutinar las fuerzas individuales en renuencia colectiva que inmunizara ante los Andrada de turno siempre dispuestos a negociar con la debilidad de los trabajadores y pequeños propietarios.

Mario, protagonista del recuerdo de su hijo Ernesto que sintetiza la película 'Un lugar en el mundo', tropieza con una realidad que choca de frente con su prédica, con su concepto ético y filosófico, con su rebeldía; al fin y al cabo, con toda su labor vital: el miedo siempre aparece, los 'Andradas' –por si acaso– lo promueven en cuanto encuentran ocasión –y siempre la encuentran– e impele a tomar decisiones contraproducentes. Y cuando el miedo no procede, brota una comodidad que amodorra.

Los cooperativistas, con premura por cobrar, con atávico pánico a los designios del opulento de turno, rompen el pacto fundacional y venden a Andrada la lana a un precio inferior al que hubieran obtenido simplemente habiendo esperado. Mario, con el encolerizado rostro de Federico Luppi, inflama aquella lana acomodaticia. Sin nada, entiende, no existe miedo a que nada se pierda. En el continuo comenzar se descomponen las semillas de la complacencia, de la molicie; se destruyen los gérmenes de la resignación.

Demasiado pronto vendió el Pucela su lana al primero que postuló. Tal vez desde que ascendió y consideró un logro la presencia en Primera división. Un logro, no un desafío. Su patético deambular por la categoría suponía pan para hoy y hambre para mañana: estar sin ser.

De repente, ante el Barcelona –un Barça que no deja de serlo por plagar la alineación de suplentes– se ha atisbado un incendio, un ataque de rebeldía. Los culés se han visto obligados a correr más de lo que deseaban, a jugar menos de lo que querían. Cierto que jugar ante un grande, al menos en los días en los que no te bambolean, ofrece una ventaja conceptual: ellos te colocan, jugar bien no exige marcar los pasos del baile –como sí requiere el enfrentamiento ante un igual–, basta con seguir el ritmo marcado y, a ser posible, no errar para exigir, no regalar para obligar.

El Pucela ha quemado lo que tenía. Corresponde un nuevo inicio. No un reinicio, que es asunto diferente, un nuevo inicio. En la dignidad de esta derrota se ha debido de dar cuenta de que no es nada y lo tiene todo. De que no es momento para capitular sino para pensar y ejecutar. De elaborar un proyecto de arriba a abajo que sepulte este con tan calamitoso final, implementar una idea que parta con un afán: asentar las raíces en este territorio, encontrar en esta ciudad ese lugar en el mundo, su lugar, su mundo.

Publicado en El Norte de Castilla el 5-5-2025