domingo, 6 de octubre de 2013

NI LA ILUSIÓN QUEDA

Mete la mano en el bolsillo con la triste esperanza de que haya alguna monedilla desnortada en el fondo, algún miserable euro extraviado con el que poder decir que sí al vendedor de los cupones. Lo hacemos casi como recurso porque sabemos que el bolsillo esta roto, que aunque hubiera estado allí, siquiera por un despiste, ya nos habría abandonado. Bien, pues no sabiendo ni cómo ni por qué, esta vez la mano dentro del bolso intuye que algo metálico y circular se ha quedado enganchado entre los hilillos del roto. Una sonrisa, un atisbo de ella, es la única respuesta a la sorpresa. Con esa pinza que se recrea entre el pulgar y el índice, y que en su sencillez esconde una de las claves de la evolución de los humanos, levanta la moneda de la misma manera que el sacerdote exhibe la forma después de consagrar.
Amenaza con desandar el escaso camino entre la pregunta del vendedor de cupones y el momento actual. La sonrisa ya se le ha caído. ¿Para qué? se pregunta, y lanza la moneda todo lo más lejos que puede. Al final, en el fondo del bolsillo, no queda ni la ilusión. Lo vemos todo tan oscuro que cuando aparece una luz al final de ese túnel del que tanto hablan, sabemos que es la del tren que nos va a atropellar. A veces pensamos que el fútbol es maravilloso porque ofrece la oportunidad a David de tumbar a Goliat, ya sabemos que hasta eso es falso. Que sigue siendo posible que un David empequeñecido derrote a otro David más ensoberbecido, pero hasta ahí, que alguno de los que pretenden llegar a las muchas Lampedusas lo consigue y se convierte en uno más en la lucha por la simple supervivencia. Las peleas ya no pueden ser si los presuntos contendientes habitan en planetas distintos. Rascando en el bolsillo puede aparecer un gol que sirva para adelantarse en el Camp Nou, poca cosa, casi nada. Que levante la mano el que en ese minuto diez mirase el número del cupón y albergase la esperanza de que el Real Valladolid pudiese llevar el número premiado. Imposible si sabemos que el sorteo ni se celebra. Es tal el abismo que se ha creado entre los que naufragan en la crisis y los que contribuyen a crearla para nadar, más aún, en la abundancia que esto ya no tiene sentido. Se coge el gol, se lo levanta y se lo manda al espacio en el que no queda ni la ilusión.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 06-10-2013

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