lunes, 8 de septiembre de 2014

LA CADENA ROTA

El poeta alemán Bertolt Brecht lo dejó escrito: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles". Con los días pasa un poco lo mismo, los hay de esos en que todo pareció ir sobre ruedas y son buenos. Pero los hay que nacen torcidos, que paulatinamente van empeorando hasta el punto de arruinar las expectativas y que, de repente, de la manera más insospechada, todo se arregla: esos son los maravillosos. Ayer fue uno de esos. En medio de la portuguesa Sierra de la Estrella, el amanecer resultaba inquietante para quien pretende recorrer parte del país vecino en bici. Amenazaba pero no llovía, había que intentarlo. Me pongo en marcha. Yendo en bicicleta, con todo revisado, se puede pensar en un pinchazo, en una avería menor, pero tras unos kilómetros, en medio de un pueblo con tres casas mal contadas, se rompe la cadena. Un domingo y en medio de ninguna parte. Pero llegó la solución de la mano de Tennessee Williams y su ‘Tranvía llamado deseo’. El dramaturgo norteamericano aseguraba, por medio del personaje de Blanche Dubois, que siempre confió en la bondad de los desconocidos.
Un hombre ve que bajo de la bici, pregunta, me dice que para arreglar la bici tendré que ir a una población que está a 20 km y que tendré que esperar al lunes. Pero, duda, se rasca la cabeza, coge su teléfono y llama. Efectivamente, a dos km un conocido suyo, manitas aficionado, quizá pueda solucionar el problema. Toma su coche, monta la bici y me conduce al pequeño taller de su paisano. De buenas manos en buenas manos, este segundo hombre arregla la avería. Por entonces el sol resplandece. Este menda, que de por sí es un escéptico, a veces se deja arrastrar y a esa hora estaba convencido de que el día habría de morir con un brillante colofón, el Real Valladolid ganaría seguro. Pero tenía que haber algo previo que hubiese enturbiado el comienzo del día, y lo había habido: dos bandas de zotes rompieron la cadena de la armonía y dialogaron a su manera, a palos, un dialecto que cuanto antes se destierre será mejor para todos. Ya por la tarde, el sol futbolístico brilló en Zorrilla. Leao, Rubio, un Óscar y el otro, mostraban detalles individuales y atisbos de entendimiento colectivo. Los jugadores de más calidad de la plantilla por fin coincidieron en el campo, se buscaron y se gustaron. Tan milagroso fue el día que Omar, sí, Omar, ese chico del que siempre destacamos a la par su calidad técnica y su incapacidad para que esta reporte algo al equipo, se sumó a esa nómina. Algo más difícil que encontrar quien arregle tu cadena un domingo en medio de una sierra. A bote pronto, a quien pregunte que qué tal, se le podría responder que depende con quien lo comparemos. El Racing de los primeros ochenta minutos fue un inofensivo corderito, un rival que, o mejora a lo largo de la temporada o volverá al pozo del que acaba de salir. Los diez últimos minutos, sin embargo, sirvieron para dejar en evidencia la endeblez de los locales que parecían, también, pedalear con la cadena rota. En ese intervalo, el poste evitó una remontada impensable poco antes. Lo que no evitó la madera es la evidencia de que algo falta para la imprescindible, si quiere aspirar a algo, solidificación de este equipo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-09-2014

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