Aún se mantiene, aunque al parecer en menor grado, aquel viejo uso de
permitir a las chicas el acceso gratuito a las discotecas o, en todo caso,
exigir un precio menor del que se cobra por entrar a los chicos. Esta práctica no
se impulsó, naturalmente, por la generosidad del dueño del local de turno. La
mujer no pagaba porque era convertida, al estilo de la caza, en el reclamo que habría
de atraer más clientes. Una certera frase, válida para otras facetas, definía
la situación: “Si no pagas por un producto, el producto eres tú”.
Las teles, que cobran ingentes cantidades de dinero a las empresas que en
ellas se publicitan, cubrieron el fin de semana pasado buena parte de sus
parrillas con la información referida a las reuniones catárticas, cada una a su
modo, del Partido Popular y de Podemos. Ninguna de las dos organizaciones pagó
el tiempo dedicado a la promoción de su producto, lo que señala que, en
realidad, ambos partidos fueron el envoltorio de dos productos televisivos. Los
partidos políticos –el instrumento fundamental para la participación política,
según marca la Constitución- se han convertido en meros espectáculos
televisivos. Sus peleas, sus cuitas internas, sus circunstancias, de nuevo al
estilo de la caza, son un reclamo para aumentar los índices de audiencia.
Cada partido, eso sí, pertenece a un género distinto. Los cónclaves del
PP se asemejan a los documentales de la 2. Esos que se emiten, o emitían,
después de comer y que eran ideales para quedarse traspuesto. Cuentan un poco
por encima cosas de la fauna en cuestión pero sin adentrarse en profundidades.
Los tigres no dejan acercarse mucho y no ponen buena cara si se les coloca un
micrófono impertinente. Al final, cuando nos despertamos, nos dicen quien es el
jefe de la manada, quienes sus secuaces y a otra cosa. Podemos es diferente. Se
presentaron con la pretensión de rodar una película de arte y ensayo, de las de
pensar; las primeras imágenes recordaron una película del oeste, un ‘Solo ante
el peligro’; y al fin les ha salido un
spaghetti western. Lo que no sabemos es quién es el bueno, quién el feo y quién
el malo. Divertido producto, en cualquier caso. The show must go on.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 16-02-2017
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