domingo, 24 de abril de 2022

LO MISMO Y LO CONTRARIO

Aunque sea serranomatiego, Pacheta recuerda al baturro que se cruzó con San Pedro en visita terrenal. Tras el saludo, el santo indagó sobre el destino del maño.

–A Zaragoza –le respondió.

–Será si Dios quiere.

–Quiera o no, a Zaragoza.

Ante tal soberbia, San Pedro le castiga convirtiéndolo temporalmente en rana. Cuando recobra la forma humana, el maño retorna al mismo camino en el que San Pedro le esperaba para repetirle la pregunta. Lejos de amilanarse, replica.

–A Zaragoza o al charco.
Día tras día repite un esquema que ofrece al rival un terrenito entre la espalda de los centrocampistas y el frente de los defensas. Allí acampan los jugones y, desde allí, asaetean con malicia. Día tras día. O al charco. La otra opción convertiría a Pacheta en un recalcitrante optimista que vadea el riesgo asumiendo que compensa por lo que –entiende– le aporta.

No precisamente ante el Mirandés. Si el resultado fue óptimo se debió a un milagro estadístico. Masip paró lo que se la había olvidado las dos semanas anteriores y el poste decidió contribuir. No sirve el falso dilema de jugar bien o ganar. Ocurrió por esa chorra que de cuando en vez da sentido al fútbol regalando el triunfo al que peor lo hace. Por cierto, no solo es demérito, algo hizo el rival. ¡Qué gusto da ver al Mirandés!, qué primor su juego alegre y juvenil solo lastrado por errores de juventud y alegría.

Porque al contrario de lo habitual, el Valladolid consiguió su gol penalizando un error rival que, por grosero, nos recordó los propios. Y aguantó en pie por la impericia jabata en el toque definitivo y, sí, repito, por las arrobas de fortuna. Factores que tantas veces han lastrado hoy se pusieron de parte. Al contrario de lo habitual, digo, la parte ofensiva desapareció. De Weissman, nada supimos, apenas salió en la tele. Por detrás, Mesa y Aguado tuvieron una tarde fría y displicente que se unía a la remolonería de Monchu. Plata pareció cobre jugando por la izquierda. Los picotazos de Iván no pillaron carne.

Para completar el cuadro cardiológico, a la terquedad o el optimismo vital de Pacheta, se unió su quietud. Todos los aficionados agitados ante el vendaval y él no modificó la estructura inicial hasta bien entrada la segunda parte. Y cuando agitó de verdad, lo hizo introduciendo un central, a Zaragoza o al charco, dejando sin ocupar ese terreno desocupado desde el que salían las flechas.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-04-2022

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