Ni los sorbos de este café podrían apañar una tribuna jurídica, ni el hueco de un artículo ofrece espacio para desmenuzar lo que pueden suponer las tres reformas que copan el debate de la actualidad: la reforma de la sedición, la de la malversación y la del ‘solo sí es sí’. Y el análisis de propuestas de este calado solo tiene sentido si se ofrece completo, troceado y realizado después de haber lanzado la mirada desde las diferentes perspectivas posibles. Lo demás no supera la definición de controversia interesada, se limita a corear eslóganes vacíos, consignas proteínicas para la digestión de los propios.
Me fascina, eso sí, la diferente forma de abordar la
aritmética parlamentaria de las partes de este gobierno. Dos formas, una de
cada pata de la coalición, profundamente diferentes e igual de criticadas. La
de Pedro Sánchez pretende conseguir las mayorías necesarias haciendo caso a
requerimientos de otras formaciones. Se le cuestiona por desdecirse de lo que
afirmó rotundamente. Pero para pactar, por pura definición, hay que dar entrada
al otro, lo que supone de antemano una rebaja de las expectativas propias. La otra,
la de Irene Montero, se basa en la fortaleza de sus convicciones. No se acepta
el cambalache. Es la reverberación del ‘programa, programa, programa’
anguitiano. Esto es lo que hay. Somos más, se aprueba. Y si no, a trabajar para
ser más.
En cualquier caso, lo que con una y otra manera de hacer
consigan puede servir de muy poco. Con tal clima de enfrentamiento, todo estará
continuamente en cuestión. El viento seguirá azotando los códigos. Y no siempre
soplará en el mismo sentido.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-11-22
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