EFE |
El escenario es tan endeble; las ansias, tan pronunciadas; las fracturas, tan abiertas; que el mercado del miedo, antesala del de la carne humana, eleva sus decibelios. Con un añadido, si hasta hoy EE.UU., bien que buscando apoyos, asumía riesgo y beneficios, ahora, a punto de recuperar el asiento presidencial, Trump conmina a sus ¿aliados? de la OTAN a multiplicar el gasto militar, facturas lo llama él, pólizas para asegurar que ‘el primo de zumosol’ te proteja. Basta ya de mantequilla, digan cañones para garantizar paz, seguridad y bienestar. Mark Rutte, Secretario General de la Alianza, epítome de la Europa seguidista, capta la lección, de inmediato vigoriza su lenguaje -nos incita a asumir “mentalidad de guerra”- y por ende reclama un aumento significativo de las partidas militares. Un ‘santo varón’ al que le faltó cantar con Alberto Pérez en ‘La Mandrágora’ el estribillo de la canción de tal título: “Por eso yo, obediente, sumiso, abrazo la palma y quiero ser padre de almas”, sustituyendo, eso sí, este último etéreo concepto por el de ‘armas’, más corpóreo, más eficaz.
La Europa, descentrada en ambos sentidos del término – desorientada, dispersa, desequilibrada por una parte, sin ser ya el centro por la otra- podría aprovechar el envite para asumir más independencia, pero acatará. Asume acríticamente que es mejor llevarse bien con los fuertes para que no te golpeen en el recreo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-12-2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario