jueves, 19 de septiembre de 2013

CONTARLA PARA VIVIR

Como el gallo que canta en cuanto detecta el primer rayo de luz, Luis Miguel Dominguín se levanta presto de la cama ansiando encontrar a alguno de sus amigos. Ella, Ava Gardner, el animal más bello del mundo, se revuelve entre las sábanas, le busca con la mirada difusa de quien se despierta antes de lo previsto, y le pregunta que a dónde va con tanta prisa. Él, con la sonrisa fanfarrona del cazador que cree haber abatido una pieza única, responde: '¿Dónde voy a ir?, ¡a contarlo!'. Al fin y al cabo, el mundo de las apariencias es tan viejo como el propio mundo. Parece que produce menos placer conseguir algo que hacerlo saber o, incluso, que se crea que lo hemos hecho sin que ello sea cierto o sin contar cómo.
En el deporte de élite se alcanza la gloria con el triunfo, pero la leyenda consiste en llegar un poco más allá, en superar barreras que nunca antes se superaron, en traspasar límites. Christopher Horner consiguió lo primero venciendo en la Vuelta Ciclista a España y entró en el segundo listado al hacerlo con casi cuarenta y dos tacos. Admirable de no ser porque su logro está envuelto por la turba de esa sospecha que rodea a todo lo relacionado con el ciclismo: el dopaje.
Este consumo, aparentemente sistemático, de sustancias prohibidas está lastrando cualquier gesta (completar la vuelta ya lo es) pero parece que el mal no tiene remedio. Las tentaciones son grandes, cada triunfo revierte en el contrato, cada éxito permite levantarse de la cama para contarlo, y en esta trampa nadie puede poner el cascabel al gato porque el que lo hace pierde. Lo peor, con todo, es que el dopaje no es la excusa de los débiles, sino el armazón de los que poseen esas virtudes que tanto se exacerban en nuestros tiempos, en el lodazal caen los más disciplinados, los más competitivos, los que son capaces de sacrificar todo por conseguir algo que poder contar, aunque el logro sea más falso que un euro de madera.

Gabriel García Márquez intituló el primer tomo de sus memorias ‘Vivir para contarla’. Mucho más sano, en el ciclismo, en la cama y en todo lo demás, que esa acuciante necesidad de contarla para vivir.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-09-2013

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