lunes, 29 de enero de 2018

MÁS ABURRIDO QUE UN MONO EN UN BONSÁI

Imagen "El Norte de Castilla"
En los oficios relacionados con el manejo de las palabras ocurre que a veces un profesional se atasca, no encuentra la palabra precisa, no atina con la imagen adecuada. No cuesta imaginar al poeta, pluma en la mano derecha mientras con la izquierda se rasca la cabeza, desesperado. Pese a ser un experto muñidor de palabras, entendemos que hoy no es su día. La caprichosa inspiración ha decidido no presentarse y, así,  el papel se va llenando de tachones que ocultan versos fallidos. En paralelo, casi sin saber cómo, a buen seguro sin pretenderlo, personas profanas a estas artes reciben la inesperada visita de alguna musa y, en medio de cualquier conversación, se les cae una maravillosa metáfora; dibujan, sin darse importancia, una imagen perfecta. 
En el interior de un saco en el que se guarda una cantidad que se aproxima, si es que no sobrepasa, a los cuatrocientos partidos del Real Valladolid, se encuentra un buen puñado de melones que salieron apepinados. De todos ellos me tocó -y espero que así continúe siendo- escribir; en todos los casos me estrujé las meninges tratando de encontrar metáforas o historias que permitiesen entender los bodrios que habíamos sufrido. Pero jamás encontré una imagen que definiera mejor el aburrimiento que la que le salió del alma a Dori, una alumna que preparaba oposiciones. Aquella tarde, justo cuando acababa de entregarles el material para que trabajasen a lo largo de la semana, dado que era mucho, se me ocurrió decirles que tenían suficiente para no aburrirse. Ella, con toda la naturalidad, lo recibió con una sonrisa.
– Bien, bien, mejor así. Que fíjate si me aburro, que el domingo fui dos veces a misa. 
Estalló la carcajada, claro, pero tomé nota. Nunca encontré mejor forma de definir el aburrimiento. Hasta ayer, porque no sé qué es más plomizo, si una segunda misa o el Tenerife-Valladolid. Pronto quedó claro que, si alguien, aun por error, anotaba un tanto, se llevaría el partido. 
El pobre Chris Ramos, recién aterrizado desde su más de metro noventa, se ofrecía como único delantero. Apenas olió el balón porque apenas le llegaron. En los largos espacios en los que el juego estaba en otra provincia, mientras veía el balón como una entelequia, se hacía preguntas. Borja debe saber, se dijo, y allá fue a preguntar a ese ‘ocho’ sobre cuya espalda se han escrito ya mil batallas. Se acercó y le susurró al oído  
– Oiga, señor Borja, ¿esto siempre es así?
Anda, que no te queda por aprender, debió pensar el gallego. 

El caso es que, de estas dos misas sucesivas, el Valladolid se trajo un punto que, sumado a los de las dos semanas previas, suman siete. En principio suena bien eso de cambiar juego por puntos, lo malo es que es mentira: no existe regla de tres que garantice la relación. El empate de ayer fue el resultado de una tarde feliz de Masip. En una normal, al aburrimiento se hubiera sumado la derrota. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-01-2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario