Al refranero, como a los economistas, conviene hacerle más caso cuando explican lo que ha ocurrido que cuando se aventuran a pronosticar lo que está por venir. En el caso de los economistas, porque sus predicciones están lastradas por el pasado. Al ser imposible tener en cuenta todos los factores que afectan al desarrollo económico de una sociedad o de una empresa, suelen desechar los que no han ocurrido últimamente, pero, como siempre hay algún detalle con que el futuro nos sorprende y que se escapa en sus análisis apriorísticos, la realidad y el estudio no suelen coincidir.
Después,
eso sí, son capaces de explicarnos, con total claridad, por qué erraron.
Haciendo de la necesidad virtud cobran dos veces, cuando pronostican y
cuando justifican su equivocación. Por su parte, en el refranero
conviven sentencias que defienden una cosa con otras que postulan la
contraria. Siempre, obviamente, que recurrimos a él, será para escoger
la que en cada circunstancia venga más a cuento. Por ejemplo, si tras
dos intentos fallidos llega un tercero y seguimos en las mismas,
cabizbajos recordaremos que ‘no hay dos sin tres’, pero si en esta
tercera intentona logramos nuestro propósito sonreiremos y haremos
saber a quien nos quiera escuchar que ‘a la tercera va la vencida’.
Podemos encontrarnos un billete de 500 euros en la calle a las seis de
la mañana y afirmar convencidos que ‘a quien madruga Dios le ayuda’ o, a
esa misma hora, tropezarnos y fracturarnos un brazo y pensar que ‘no
por mucho madrugar amanece más temprano’.
Habiendo visto el partido entre el Valladolid y el Betis podemos creer
que, refiriéndonos al fútbol español, ‘días de mucho, vísperas de nada’.
Sabemos que no es así salvo que esos días que indica el refrán se
puedan extender a lo largo de decenios o de siglos. Quienes pueden
disfrutar de lo mucho, pero mucho mucho, no son flor de un día. La
riqueza acumulada se mantiene, se hereda, se mantiene...hasta que un día
cae. Pero no son tantas las torres que van al suelo ni es frecuente que
esto ocurra. El refrán tiene sentido entre los pobres que un día
tuvieron algo que creyeron mucho, se sintieron invulnerables y una
bocanada de aire les derribó.
El Betis que ayer visitó Pucela es un pobre equipo sin recursos en el
campo, once futbolistas que se movían como alma en pena por el césped
con más miedo que vergüenza. Vivieron tiempos mejores (y peores, pero
más por mala gestión que por falta de recursos) y ahora son pasto del
presente que les embarca a sus mejores jugadores camino de equipos con
más postín de nuestra liga (Beñat) o a cualquier equipo de medio pelo de
fuera de nuestras fronteras (Cañas, Adrián, Pozuelo).
El Real Valladolid, que a pesar de lo que su deuda pueda dar a entender
nunca tuvo esas ínfulas de grandeza, vadea en el temporal agarrándose a
lo que hay y lo que hay no da para tumbar a ese mínimo rival. Habrá días
en que todo salga y nos vengamos arriba, pero bueno es saber lo que
somos, y que lo más importante es saber buscar un camino en los días de
nada para voltear el refrán, para que se conviertan en vísperas, si no
de mucho, al menos de algo más.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 05-01-2014
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