jueves, 2 de enero de 2014

DESEOS COMO SUSURROS

Hay expresiones que solo tienen sentido como convención social y como tal la respuesta se debe limitar a lo esperado, en caso contrario nos hemos metido en un jardín. Cuando nos encontramos can alguien medio conocido al que hace tiempo que no vemos le solemos soltar eso de ¿qué tal? sabiendo que por respuesta oiremos algo equivalente a bien. A su consiguiente misma pregunta nosotros responderemos más o menos de igual manera. Con una sonrisa y un a ver si nos vemos concluye el protocolo y continúa el paseo. Pero cuando nuestro interlocutor nos responde que mal, nos destemplamos. Algo resopla por dentro y nos sentimos obligados a preguntar por las causas de ese mal estado.
Algo similar está sucediendo con frecuencia estos días que solapan al cobarde año que huye con el temerario que se arriesga a venir. Los cánones sociales indican que cada despedida ha de concluir con un deseo de felicidad y prosperidad para el año entrante, esta vez no hay nada aparentemente distinto en el tenor literal, pero sí en el tono de voz: ese deseo se pronuncia bajito, en un territorio fronterizo entre saber que no tiene pinta y no querer molestar.
Mirar de frente tiene estas cosas, por más que nos hablen de ilusorias recuperaciones o de brotes verdes en campos helados, hemos interiorizado que el bache no era tal sino un cambio de rasante. Lo de atrás no volverá, y ahora sabemos que no podrá, porque esos años eran una escalera demasiado corta que nublaba la vista pero no subía a ninguna parte. Creímos avanzar, pero el camino no tenía salida y hemos vuelto demasiado atrás, a otros santos inocentes, a otros tiempos de silencio.
Estos párrafos pueden destilar pesimismo, pero no es tan así. Igual que el Sol permanece quieto y son los planetas los que giran, los años no vienen, somos nosotros los que vamos hacia ellos. Si leemos bien la realidad, sabremos desterrar a Delibes o a Luis Martín Santos de las portadas de los periódicos y llevarlos a la mesilla o a la biblioteca. Pero leer bien no es leer solos, ni dejar que otros nos lean con su tono interesado. Leer bien es la única posibilidad de que subamos el tono cuando dentro de un año deseemos felicidad.     

Publicado en "El Norte de Castilla" el 02-01-2014

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