jueves, 9 de enero de 2014

ESAS PEQUEÑAS LEYES

Siempre hemos escuchado que la historia la cuentan los escribas del bando vencedor. No es cierto del todo, la realidad más certera nos muestra que si el derrotado tiene más poder (aunque parezca una contradicción ocurre a veces) es capaz de voltear la realidad e imponer su mirada. Así sucede en muchas guerras de descolonización, incluidas las actuales, en las que el imperio encalla. Pero las verdades y las mentiras que conviven impresas en los libros de historia tienen cada vez menos peso en el imaginario colectivo. El conocimiento racional se encoge para el común de los mortales ante la pujanza de los medios audiovisuales que intervienen en el territorio de las sensaciones o en el de las emociones. Conocemos más de la II Guerra Mundial por el cine o por las novelas que por los libros de historia. Así, podemos pensar que el desembarco de Normandía se produjo por el engaño de los aliados sobre el punto concreto en que tal ofensiva se iba a realizar, se tiende a olvidar que ese engaño solo pudo darse porque el grueso del ejército alemán estaba enterrándose en Stalingrado y no podía defender más de un flanco en las costas francesas.

La sociedad española, perdón por la metáfora, tiene su Stalingrado particular en el día a día. El general invierno hace estragos y para muchas familias no es poco trabajo encontrar la manera de no tener que elegir entre comer y no pasar frío. Los aliados al frente del gobierno son conscientes de que esa batalla merma los efectivos que se pueden enfrentar a ellos, pero aún hay posibilidad de respuesta. Nada mejor que alimentar señuelos, y mientras nos distraemos sobre si la infanta es de naranja o de limón, desembarcar en la arquitectura institucional donde estamos desprotegidos y arrasarla. No son solo los recortes o las modificaciones legales más visibles, es el diseño de un estado al que cada vez costará más llamarlo democrático. El penúltimo paso en esta andadura es el vaciado de los ayuntamientos, cuyas competencias pasarán a esas opacas diputaciones que nadie elige. Lo peor, con todo, es que ellos contarán cómo fue y saldrán, además de dueños de todo, triunfadores ante la historia. Stalingrado se citará de pasada y se reirán por la eficacia del señuelo. Nosotros, como de costumbre, seguiremos siendo pobres y considerándonos culpables. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-01-2014

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