Hemos escuchado muchas veces eso de
que la realidad supera a la ficción; pero de tanto en tanto, ambas coinciden en
el mismo escenario y la cosa concluye con un empate tan cerrado que en ese
enfrentamiento costaría distinguir la una de la otra. En la ficción, unos
titiriteros –con mejor o peor fortuna-
pretenden mostrar cómo se criminaliza la disidencia; en la realidad, se
representa la misma obra y, en este caso, son los titiriteros disidentes los
criminalizados. En la ficción, unos títeres de cachiporra; en la realidad,
cachiporra a los titiriteros: cachiporra, sí. No es que Raúl García y Alfonso Lázaro
hayan pasado un par de noches en la cárcel, es que se les ha atizado de lo
lindo. ¿La excusa? La de siempre, la pieza favorita de cualquier poder que se
precie: relacionar todo lo que se menea con el terrorismo. Si sirve de
información, añado que a principios de los noventa también me tocó beber un
poco de ese licor.
La maquinaria se pone en marcha:
ministros con aire compungido se dan golpes de pecho como sorprendidos, algunos
medios escuchan la melodía y, como una orquesta, interpretan mil veces la
partitura. Puesta la rueda en funcionamiento, todo es entonces muy simple: la
versión oficial se convierte en otra cachiporra que golpea a los que no se la
creen acusándoles, también, de terroristas.
No es nuevo; cuando le vienen mal
dadas, el Partido Popular recurre a su comodín de la llamada: usa la palabra
‘eta’ para que miremos a otro lado y les funcionaba. Hasta para financiar su
sede, según hacienda, se ha servido del asunto. Sería de risa si no
estuviésemos hablando de más de 800 dramas. Han utilizado tantas veces este
subterfugio que empieza a vérseles demasiado las costuras y cada vez cuela
menos.
Pero sigue colando, hasta el punto de
que la alcaldesa de Madrid se ha desmoronado y, ella que es juez, en vez de
exigir que se reparase el desatino, se ha dedicado a farfullar para salvar no
se sabe qué.
Es todo tan grotesco que los
‘terroristas’ Raúl y Alfonso están ya en la calle porque, según el juez, les
han confiscado sus títeres y, así, ya no pueden hacer mal alguno. ¿Ficción o
realidad?
Publicado en "El Norte de Castilla" el 11-02-2016
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