domingo, 7 de febrero de 2016

LAS MATES FALLAN

En nuestro lenguaje coloquial, cuando nos referimos a algo que es así porque es así y no puede ser de otra manera, lo reforzamos con una coletilla: «es matemático, como dos y dos son cuatro». Las matemáticas, aun para los que huyeron de ellas en cuanto pudieron, gozan de prestigio por su rigor, por su exactitud. De hecho, es la propia Academia de la Lengua la que define el término matemático identificándolo con preciso. Es natural que así sea ya que las matemáticas se van componiendo a partir de propuestas que parecen evidentes -los axiomas- que, mediante el razonamiento lógico, han de ser demostrados para convertirse en teoremas, esto es: verdades eternas demostradamente irrefutables. Como afirma en uno de sus monólogos el matemático humorista (¿o sería mejor humorista matemático?) Eduardo Sáenz de Cabezón: «Nos han dicho que un diamante es para siempre pero depende de lo que uno entienda por siempre. Un teorema, eso sí que es para siempre».
Las matemáticas no fallan...salvo en el Real Valladolid. En su anterior partido en casa exhibió un fútbol sublime; ayer mostraron la cara oscura de la luna. Cuando parecía que habían encontrado la piedra filosofal, se volvió a las tristes y anodinas andadas. ¿Qué ha cambiado en quince días? Una lesión, siempre inoportuna, del timón, Álvaro Rubio, le ha dejado varado en talleres. Ante la ausencia del 18, el entrenador ha hecho uso de las matemáticas y ha querido encontrar la solución juntando dos '9', dos delanteros centro que, a fuerza de solaparse, no sumaban ni uno. La fórmula es demasiado vieja y tiene pocos precedentes con éxito. La suma de dos jugadores que pretenden, por tendencia natural, hacer lo mismo en el mismo sitio supone la resta de otro en otra parte del campo. Con lo que, a la hora de elaborar juego, se pierde un peón.

Con esa decisión, el fútbol fluido de hace dos semanas, dio paso a un balompié áspero y de peor digestión. Las condiciones meteorológicas, todo hay que decirlo, tampoco acompañaron, no ya al Pucela sino al fútbol que fue deslavazado en demasía. Un exceso de imprecisiones -malos controles, balones lanzados a no se sabe dónde- que se debió a la conjunción de dos factores:de un lado, el mismo viento que hizo que mi bicicleta tardase 10 minutos más de lo normal en llegar al estadio; del otro, los balones actuales que se parecen más a globos de playa que a aquellos con los que jugábamos los chicos de mi generación. ¡Ay, aquellos míticos ‘mikasas’! Los poníamos en el suelo y no había huracán que los moviese del sitio.

Al final, dos de esos puntos que antes del partido podían ser, cayeron del cesto. La clasificación, donde dos y dos sí son cuatro, dice que las distancias con los de arriba no se acortan y el tiempo apremia.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 07-02-2016

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