domingo, 17 de junio de 2012

...Y ABRAZOS EN TIEMPOS DE EGOÍSMO

Corría septiembre en 1931, las primeras luces del día entraban por una ventana que se acababa de abrir a la esperanza, desde ella Federico García Lorca oteaba un horizonte en el que la cultura, como dijese posteriormente Azaña de la libertad, no hiciera ni más ni menos felices a los hombres; los hiciera, sencillamente, hombres. Esa mañana, Federico, escribía unas notas que habrían de servir como sostén para el discurso vespertino con el que se inauguraría una biblioteca. 
“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea...piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Esta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión”. El fútbol es una fiesta, una representación teatral cuyo texto se reescribe cada tarde, la banda sonora es música de jazz. Nada de esto se entiende si no se mira a la cara absorta de quien lo disfruta contigo. Por eso, continúa Federico “...no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos”.
“No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.” Necesitamos pan y, tal y como van las cosas, lo necesitaremos más. Necesitamos libros para conocer nuestra cultura, para conocernos. Pero también necesitamos liturgia, ritos que nos permitan abrazar a quien está al lado por el hecho de compartir el mismo motivo para la alegría, como en otros momentos bebimos la quina del mismo desconsuelo. No por sentirnos más, sencillamente por sentirnos nosotros.
“Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios sufre una terrible agonía”. He visto a niños sonreír, a pesar de su hambre, cuando abrían un libro; he visto a pueblos enteros gritar, y olvidar las penurias, cuando el balón cruzaba una línea. No hay que elegir entre comer, leer o gozar...queremos todo porque este todo está compuesto por las cosas simples que llenan la vida.
“La agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.” Nos duele imaginar el futuro porque cuando nos despertamos de ese pasado ficticio, el dinosaurio se había comido nuestra ropa. Nos duele porque vemos el miedo en los ojos, la tristeza en las calles, la angustia en el verbo. Pero duele, al menos tanto, un porvenir vacío, en el que la cultura haya sido enterrada con la tierra del sálvese quien pueda u otro sin ilusión colectiva, sin sentimientos compartidos. El propio García Lorca se sentía honrado y contento porque esa biblioteca que se inauguraba era la de su pueblo. Hoy, Valladolid, el pueblo de los que aquí vivimos, el fondo de escenario de la niñez de los que se tuvieron que marchar, está celebrando un ascenso; muchos podrán olvidar por unas horas sus dramáticas situaciones pero no para dormir aletargados sino para calentar la sangre, para recaudar fuerzas que se unirán a otras fuerzas.
La libertad es libertad si es de todos, el pan es pan cuando a nadie le falta, un libro es la historia escrita, pero también la historia compartida de toda la gente que lo ha leído. Hoy el Real Valladolid ha sido más grande porque nos ha hecho más felices. Sin olvidar que mañana será otro día.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-06-2012 

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