Sabemos que Teruel existe porque
un hubo un movimiento social que se encargó de gritarlo a los cuatro vientos,
antes de eso, Teruel era apenas un frío apunte en la información meteorológica.
De Chipre, sin embargo, sabíamos más: participaba en Eurovisión y era siempre la
perita en dulce de los grupos que le correspondían a la selección española.
Pero de repente, tan de repente como aparece una navaja en el cuello de quien
es robado, Chipre es la palabra más repetida en la barra de los bares. Cuando
las barbas de tu vecino veas pelar… suele ser la reacción oral del interpelado y
el pánico se apodera del que tiene unos cuartos en una cuenta bancaria, o sea,
casi cualquiera. Chipre, vista de esta forma, es una cobaya, un pequeño animalito
al que se tortura con fines experimentales. Superada la prueba, se consiente
que se aplique el mismo tratamiento a los seres humanos, llámense estos Italia
o España.
Pero no, Chipre no es una cobaya
sino una biopsia, una minúscula muestra de tejido de la Unión Europea, un
diagnóstico fidedigno obtenido tras analizar rigurosamente esas células. Este
pequeño país era considerado un paraíso fiscal, o sea, que la misma Unión que
se inmiscuye en minucias -verbigracia imponiendo (ellos, finamente, dirán
‘armonizando’) directivas en la que marcan a todos sus miembros un límite en el
número de decibelios que puede emitir un local de Teruel (que sí, que existe)-
se olvida de armonizar una política económica y fiscal y, a partir de ahí,
social. De esta forma, Chipre, por ejemplo, infló sus arcas especulando con la
deuda griega o amparando capitales de dudosa (ahora soy yo el que me pongo
fino) proveniencia. Hipertrofió su banca, se creó una burbuja, sabemos el
final.
En septiembre de 1998, Chipre,
esa perita en dulce, derrotó a la selección española y puso fin a la etapa de
Javier Clemente, cerrando 80 años de mito de la furia. Desde entonces primó la
sensatez, se apostó por el talento y se adecuó el sistema a la realidad.
También sabemos el final. Urge que Lagarde, Merkel y demás sigan la estela de
Javier Clemente.
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