sábado, 12 de abril de 2014

INDULTO NO; TESÓN

Los humanos construimos nuestra realidad con palabras. No solo para explicarla, también para comprenderla. Por eso, nada mejor que la poesía para explorar en nuestros sentimientos, porque cuando se trata de lo profundo no es nada sencillo atinar con las palabras adecuadas para comunicar cómo nos encontramos. Cuando estamos realmente mal, sufriendo por alguna de esas jugarretas que la vida propone en nuestro camino, tenemos dificultades para transmitirlo. Llegados a este punto tenemos que recurrir a un poema o incorporar metáforas al lenguaje cotidiano. Tenemos que agarrarnos a palabras como ‘alma’ con las que pretendemos definir algo tan etéreo e inaprensible como la parte inmaterial de las personas o recurrimos a la metonimia dirigiendo al corazón el dolor de todo el cuerpo. El corazón, dicen los médicos, no duele, sin embargo utilizamos este órgano para referirnos a un dolor ilocalizado, a un pesar que afecta al todo, al vacío, por ejemplo, que sufre una madre cuando siente que puede perder un hijo.
La tradición católica denomina ‘de dolores’ al viernes antes del Domingo de Ramos. Esta celebración rememora siete momentos en la vida de la madre de Jesús en los que el dolor de María tuvo que ser tan intenso que la iconografía la representa atravesada por siete espadas. ‘Con una espada atravesando mi corazón’ es la imagen que cualquier aficionado de un equipo de fútbol convertiría en respuesta para definir su estado de ánimo. Ese tipo miedo acechaba en Pucela antes de que el equipo saliese a disputar su partido en Pamplona, el pánico al abismo, el dolor inconcreto. Pero el desarrollo del encuentro fue modificando esa sensación, no porque el miedo se fuera ahuyentando, sino porque, según pasaban los minutos, el dolor iba tomando formas más determinadas, el partido fue como un dolor de muelas. Los dos contendientes mostraron a las claras las razones por las que se encuentran donde se encuentran. Dicen los puristas que un partido perfecto, sin errores, debe concluir con empate a cero. Pero esta afirmación no se sostiene en el sentido opuesto, el cero a cero de ayer fue el digno colofón a una sucesión de fallos, a una concatenación de errores, a un partido pésimamente jugado por ambos. El Valladolid pretendiendo encontrarse dio un giro sobre sí mismo, una vuelta de 360 grados que le dejó, una semana después, en el punto de partida. Si frente al Valencia Óscar tenía la encomienda de cubrir una banda y, visto que la cosa no arrancaba, se le reubicó en la media punta, ayer se recorrió el camino inverso. Vueltas y más vueltas que dan más la sensación de mover piezas para ver si suena la flauta que de verdadera convicción en lo que se hace. Lo peor es que estamos en estas tras treinta y tres partidos, con la liga a punto de terminar empieza a convertirse en certeza que Juan Ignacio Martínez, ese entrenador que viste como lo haría cualquier señor castellano para ir a misa, no ha encontrado la partitura idónea. Lo mejor es que, pese a ello, el equipo arranca puntos por su empeño en el campo y que mantiene la esperanza porque aspira a a que haya un trío peor. El punto de Pamplona es otro botón de muestra. Al fin y al cabo muchos habían condenado al Valladolid antes de tiempo, un Valladolid que ha tenido que pasar algunas semanas en la cárcel de las tres últimas plazas. Pero ayer era viernes de dolores y, cosas de la tradición, una serie de presos gozan a partir de ese día del privilegio del indulto. Como el conseguido por el Pucela en Pamplona. Bueno no, no fue un privilegio, fue el resultado del tesón.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-04-2014

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