Una vez que ya sucedía a otra, otra nueva que sucede a la anterior y que ineludiblemente será sucedida por otra, que a su vez se sumará a otra y otra y otra conforman, como los ajos de una ristra, como las cuentas de un rosario, una sarta sin fin de patentes demostraciones de inferioridad. Sin fin porque todo apunta a que no será la última de la serie, porque no atisbamos la posibilidad de reversión. Bien pensado, de las cuentas de un rosario sabemos que se acaban tras cincuenta avemarías, que tras cada retahíla de diez –una separación, un remanso, un descansillo– se recupera el resuello. Entendimos, entendí, quise entender que el partido de Vitoria habría de ser un vaso de agua, un poco de aire, el punto de apoyo para mover la tierra que frenaba sus pies. Quia. Vana ilusión. Resultó, sin más, el oasis atisbado en un espejismo, la pausa entre el primer y el segundo misterio, un margen para retomar la hilera apenas interrumpida.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.