De manera similar, no cualquier cambio mejora una realidad por aciaga que resulte la presente. El juego mostrado por el Valladolid, la propuesta de Pezzolano, ha ido paulatinamente resquebrajándose, no daba más de sí. Salvo en las mentes catastrofistas que auguraban el 'no hay para más', resonaba el expectativo 'algo hay que hacer'. Como los desconfiados apuntados por el personaje de Sansón, el aficionado pucelano, por congoja o desespero, daba por buena cualquier apuesta que supusiese un cambio palmario.
Y se produjo. Al movimiento más notorio, el dibujo táctico, la incorporación de un tercer central a línea defensiva, se le unía otro aparentemente antitético, la presencia de Juric, un cabecero de área. Pezzolano evitó la contradicción situándole algo escorado y por delante de lo habitual. Y a tenor del juego, podemos pensar que la nueva disposición mejora la anterior.
No tengo tan clara la relación causa-efecto. Un tercer cambio, sin embargo, tuvo mayor incidencia: el despliegue, la forma de defender no contemporizando en el borde del área, presionando de verdad mucho más arriba, pretendiendo truncar el juego rival desde el origen. Un tercer cambio que se relaciona con el segundo: Juric, por oficio en esa parte del campo, mejora las prestaciones de Cömert.
El uno ve y ejecuta el fútbol hacia adelante, el otro se preocupa de salvaguardar el territorio de su espalda. Uno arrastra, otro encoge. A Juric, como las cartas llenas de poesía a la mujer de la canción de Cecilia, la titularidad le ha devuelto la alegría. Más que violetas, un nuevo clavo ardiendo para el Pucela.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 11-11-2024
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