Queda un desolado paisaje. Angustia de cuerpos y alma. Desamparo del desaparecido aún vivo y del que le busca aun muerto. De los cortos plazos leeremos mucho y aprenderemos poco, volverá a ocurrir: nos conformaremos con que algún responsable expíe. De los largos, oiremos menos porque ya hemos olvidado, por ejemplo, dónde construir, dónde no.
Los colapsos espolean las emociones; la verdad, sea la que sea, al llegar siempre después de la zozobra, resulta con frecuencia intrascendente.
España es otra, siendo la misma, a la de hace dos semanas. Entonces titulé este espacio ‘Los platos sin fregar’ y apunté que ‘los sistemas evolucionan hasta convertirse en trampantojos’. La estructura crece sobre la estructura, aprovechándose de la estructura, conociendo sus resortes. Como los edificios aquejados de aluminosis. Hasta que revientan.
Comienzan las reconstrucciones. La de los cuerpos vivos hasta hace nada derribados por “un manotazo duro, un golpe helado”, la de las vidas en duelo, las del territorio anegado, la de los futuros ya imperfectos. La de un país en el que tiembla hasta la Constitución, la de una sociedad expuesta a que el odio ponga la primera piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario