lunes, 8 de diciembre de 2008

REMONTADA CON SABOR A DECEPCIÓN

Y en estas, el Osasuna parecía un redivivo Bayern de los setenta jugueteando con un equipo juvenil. Enfrente nada; un grupo apático y anodino disfrazado de equipo de fútbol vestido de blanquivioleta deambulaba por el pasto pamplonés.
La realidad del equipo navarro se pudo comprobar en la segunda parte: son los últimos de la fila. Un aspecto de partida, el moral, que el Pucela no supo aprovechar.
Ya enunció Murphy, en una de sus leyes, que las cosas, cuando van mal, son susceptibles de empeorar. El estado de ánimo atenúa o refuerza la capacidad técnica de los futbolistas, les quita o les aporta fuerza física. La semana anterior cerré esta ventana reclamando al equipo un arreón que, en los cinco primeros minutos, intimidase a los rojillos. A todos, en algún momento, la vida nos ha regalado algunos sorbos de quina. Sabemos que, en esas condiciones, cualquier mínimo contratiempo nos hunde en las catacumbas de la tristeza. El Osasuna se encuentra en una de esas épocas. Unas circunstancias propicias para un Real Valladolid que, lejos de asesinar al muerto, casi se suicida.

El resultado final no puede cegarnos, en todo caso confirma el fracaso. El Real Valladolid no obtuvo un punto, perdió dos. La remontada muestra la evidencia de lo antes escrito: a un equipo que gana por tres goles le sobreviene una adversidad, en este caso el gol, y se cae con la misma facilidad que la casa del primer cerdito del cuento.
Volveremos a escuchar aquella coplilla recurrente que deberíamos desterrar. Optar a retos mayores es la base sobre la que se asienta cualquier tipo de progreso, la que permite construir cualquier edificio vital. En la liga española hay seis equipos claramente superiores al Real Valladolid. Podemos aspirar a ser los primeros del resto -un compromiso que se debería asumir desde todos los estamentos del club para, posteriormente, proyectarlo buscando la complicidad de la ciudad- o anclarnos en una mediocridad victimista que se conforma con la supervivencia apelando eternamente a un pasado gris.
Esto último parece el sino de este equipo que se mimetiza con el espíritu de la tierra. Va siendo hora de creer para crecer. El día a día es un examen. Si nos conformamos con sacar un cinco tenemos todas las papeletas para suspender.
El punto sabe a poco, pero pudo ser peor. Los dos jugadores más cuestionados de la plantilla rescataron ese pequeño botín cuando todos lo dábamos por perdido. Goitom y Ogbeche ansiaban una noche como ésta. Ninguno estaba en un once titular sin delantero centro. Ese invento tuvo el valor de lo sorprendente pero convertirlo en recurso habitual resta potencial ofensivo a este equipo. Ellos necesitaban el gol. El Valladolid les necesita a ellos. A lo mejor es el inicio de un largo idilio.


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