No son pocas las tardes de julio en las que nos
sentamos en el sofá esperando ver una etapa épica del Tour de Francia.
Una de esas cuyo perfil impresiona y en la que diversos corredores
pueden asaltar la gloria máxima en su deporte. Los ciclistas con
posibilidades repiten con insistencia que atacarán en cuanto vean la más
remota posibilidad.
En casi todas ellas las expectativas sepultan a lo
que después acontece. Al final, el que iba segundo prefirió no lanzar el
ataque porque desconfiaba de sus fuerzas y temía perder su valiosa
posición, el tercero no quiso poner en peligro su plaza en el podium, el
cuarto defendía su mejor clasificación en la historia y así
sucesivamente.
Nuestras decisiones suelen tener la misma matriz: el
miedo. Ponemos más empeño en defender nuestro estatus frente a los que
están peor que en ser lo mejor que podamos ser. Ese miedo 'guía' también
a los directivos de nuestro fútbol cuando tienen que tomar decisiones.
La relación con el operador que gestiona los derechos televisivos lo ha
puesto, por si había dudas, de manifiesto. Todos se sienten maltratados
pero nadie pía, siempre hay otro en peor situación. Y el operador feliz
ya que adquirió, en el mismo lote que los derechos, el alma de unos
clubes que son poco más que el decorado de la película. Cuenta el
Génesis que un hambriento solicitó a su hermano menor, Jacob, un poco de
comida. Véndeme ahora tu primogenitura, respondió Jacob. «Estoy que me
muero. ¿Qué me importa la primogenitura?» sentenció el primero. Sin el
nivel literario del primer libro de la Biblia, el relato de lo que ha
acontecido en este asunto sería similar.
El que un partido de fútbol se juegue a las seis de la tarde de un día
laborable es, sin más, un desprecio a los aficionados. Eludir la
responsabilidad propia, como hacen los clubes, inculpando a 'las teles',
significa que no se han enterado de nada o son unos cobardes. Los
paganos, esos espectadores que acuden a los campos. Los que ayer fueron a
Zorrilla son los actuales depositarios de esa moral ilimitada que la
tradición atribuía al rival del equipo pucelano. Al menos, eso sí,
pudieron ver esa versión del Valladolid prometida a principio de
temporada. Será que, como el partido correspondía a la primera jornada
(maldita sea, otra vez hablando de tejemanejes), los jugadores han
recordado la charla que escucharon en aquellos días de agosto cuando
pensábamos que era posible ganar sin Manucho en el campo. La primera
parte del partido marca el camino a seguir. La línea ferroviaria que
tiene estaciones en Rueda, Álvaro y Óscar, garantiza un buen suministro
de fútbol del que, tanto los jugadores de banda como el delantero
centro, pueden nutrirse. El balón viaja más cómodo en ese tren que en
puente aéreo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-10-2011
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