miércoles, 26 de octubre de 2011

En tren o volando

No son pocas las tardes de julio en las que nos sentamos en el sofá esperando ver una etapa épica del Tour de Francia. Una de esas cuyo perfil impresiona y en la que diversos corredores pueden asaltar la gloria máxima en su deporte. Los ciclistas con posibilidades repiten con insistencia que atacarán en cuanto vean la más remota posibilidad.
En casi todas ellas las expectativas sepultan a lo que después acontece. Al final, el que iba segundo prefirió no lanzar el ataque porque desconfiaba de sus fuerzas y temía perder su valiosa posición, el tercero no quiso poner en peligro su plaza en el podium, el cuarto defendía su mejor clasificación en la historia y así sucesivamente.
Nuestras decisiones suelen tener la misma matriz: el miedo. Ponemos más empeño en defender nuestro estatus frente a los que están peor que en ser lo mejor que podamos ser. Ese miedo 'guía' también a los directivos de nuestro fútbol cuando tienen que tomar decisiones. La relación con el operador que gestiona los derechos televisivos lo ha puesto, por si había dudas, de manifiesto. Todos se sienten maltratados pero nadie pía, siempre hay otro en peor situación. Y el operador feliz ya que adquirió, en el mismo lote que los derechos, el alma de unos clubes que son poco más que el decorado de la película. Cuenta el Génesis que un hambriento solicitó a su hermano menor, Jacob, un poco de comida. Véndeme ahora tu primogenitura, respondió Jacob. «Estoy que me muero. ¿Qué me importa la primogenitura?» sentenció el primero. Sin el nivel literario del primer libro de la Biblia, el relato de lo que ha acontecido en este asunto sería similar. 
El que un partido de fútbol se juegue a las seis de la tarde de un día laborable es, sin más, un desprecio a los aficionados. Eludir la responsabilidad propia, como hacen los clubes, inculpando a 'las teles', significa que no se han enterado de nada o son unos cobardes. Los paganos, esos espectadores que acuden a los campos. Los que ayer fueron a Zorrilla son los actuales depositarios de esa moral ilimitada que la tradición atribuía al rival del equipo pucelano. Al menos, eso sí, pudieron ver esa versión del Valladolid prometida a principio de temporada. Será que, como el partido correspondía a la primera jornada (maldita sea, otra vez hablando de tejemanejes), los jugadores han recordado la charla que escucharon en aquellos días de agosto cuando pensábamos que era posible ganar sin Manucho en el campo. La primera parte del partido marca el camino a seguir. La línea ferroviaria que tiene estaciones en Rueda, Álvaro y Óscar, garantiza un buen suministro de fútbol del que, tanto los jugadores de banda como el delantero centro, pueden nutrirse. El balón viaja más cómodo en ese tren que en puente aéreo. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-10-2011

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