domingo, 26 de febrero de 2012

AIRE EN LA RUEDA

Después de los partidos del Real Valladolid busco un escondrijo mental para evadirme y escribir en la cabeza lo que luego traspaso a este papel. Muchas de las veces esos momentos de mismidad se producen mientras voy sobre la bici. Los primeros pedales ahuecan el cerebro para que, una vez vacío, se vaya llenando de renglones. Hay días en que se escriben solos, otros hay que arrancarlos de alguna parte. Ayer parecía uno de esos en que no se me ocurría la idea que hilvanara lo que pretendía decir hasta que, a medio camino, la rueda delantera perdió todo su aire. Me bajé, cualquiera que haya tenido un pinchazo lo imagina, maldiciendo todo lo nacido y apoyé la bicicleta sobre una pared decidiendo si iba o volvía. Miré la bicicleta, estaba tan guapa como siempre, con la misma sonrisa generosa, con el mismo gesto que te dice que cuentes con su compañía y que siempre muestra antes de emprender cualquier viaje. La seguía mirando, cada pieza estaba en su sitio, su cuadro, su manillar, sus pedales; nada hacía pensar que mi leal compañera no iba a poder ayudarte como de costumbre. Un detalle, un nimio detalle, hizo que su rostro se entornara, que te mirase con esos ojos que pone cuando no puede dar más de lo que por sí acostumbra. Le faltaba el aire a una rueda, le faltaba todo.
Decidí volver y escribir desde casa. Caminaba a contracorriente del Pisuerga hacia el Puente Mayor poniendo orden al montón de sensaciones que me había producido el partido del Pucela y de repente recordaba que ayer en una tertulia alguien preguntó por las razones de los últimos triunfos de la selección española. Es el proyecto, dijimos, la idea. Antes se elegían a los mejores jugadores y no se buscaba la complementariedad. Había que llevar a una mayoría de futbolistas de los dos grandes, alguno del equipo de moda y unos cuantos para completar la cuota de otros equipos importantes, usted ya me entiende, y que nadie resultase enfadado, aunque ello supusiera que la bici no tuviera una rueda y sí cinco pedales. Los triunfos vinieron tras el desarrollo de una idea. Ahora volvemos a las andadas, las encuestas de los medios de comunicación preguntan quién es el mejor delantero y cada afición defiende al suyo. Nadie pregunta quién es el que mejor se amolda a la idea que ha funcionado.
El Real Valladolid tenía una idea y unos jugadores que la llevaban a cabo pero el eje del pedalier sigue lesionado y el aire de las ruedas no podía jugar por acumular cinco tarjetas amarillas. Djukic decidió que para sustituir al primero pondría unos piñones más ligeros y para reemplazar al segundo reforzaría las cubiertas. Nada funcionó en este híbrido. Es cierto que en algún momento tuvimos la sensación de que esta bici podría traer los tres puntos en el transportín pero a la media hora Óscar Sánchez nos bajó de la nube. Por si aún había alguna esperanza de que el invento arrancase, un error al principio de la segunda parte nos condenó con un segundo gol cuyo autor -mucho te quiero perrito, pero pan poquito- fue otra vez el que fuera lateral blanquivioleta durante siete temporadas y que allí demuestra lo que ya dejara aquí patente: con más o menos recursos, Óscar es un profesional como la copa de un pino.  
El hecho es que, en apenas quince días, el Pucela ha perdido los mismos partidos que en todo el resto de la temporada. Que, además, ahora llegan de forma consecutiva los tres equipos con los que tendrá que competir en pos de ese ansiado ascenso y que las vibraciones han cambiado a peor. Hay, eso sí, un dato para el optimismo: de los próximos cuatro partidos, tres serán en Zorrilla. El principal equipo de una ciudad será lo que la esta quiera que sea. El estadio, treinta castañas recién cumplidas, espera…que no le defraudemos. No se puede esperar al final del viaje en la presunta fiesta de la Plaza Mayor para celebrar un ascenso que, a lo mejor no se produce, porque no hay aire con que llenar las ruedas cuando el equipo flojee. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-02-2012

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