domingo, 10 de marzo de 2013

BILLETES FALSOS DE JEQUE

No lograron su objetivo porque, cuando habían conseguido una réplica perfecta de los billetes de dólar americano, los aliados estaban a las puertas de Berlín. La operación Bernhard moría por falta de tiempo para ponerla en marcha. Un grupo de prisioneros encerrados en campos de concentración son seleccionados por los jerarcas nazis por su especial habilidad en cualquiera de las ramas de la impresión. En un primer momento les piden que ‘fabriquen’  libras esterlinas para, por exceso de dinero, poder hundir la economía británica. Consiguen la libra pero no es suficiente, el enemigo ya no es Inglaterra sino los Estados Unidos. Segunda exigencia: hay que fabricar dólares. A  Salomon Sorowitsch, el prisionero que dirige la parte técnica de la operación, le fascina el plan. Él era un falsificador profesional y la moneda americana era su asignatura pendiente. El reto, ahora con todos los medios a su disposición, le estimula, pero, poco a poco, va siendo consciente de que su éxito personal conllevaría una ayuda trascendental para los nazis. La contradicción entre el orgullo y el deber la resuelve ralentizando la operación hasta el límite, impidiendo, de esta manera, que los USA murieran con los dólares al cuello. Esta historia real es la base en la que se inspiró Stefan Ruzowitzky para rodar en 2007 ‘Los falsificadores’.

Los jerarcas nazis, y cualquiera con un mínimo conocimiento de macroeconomía, es consciente de que el dinero mata cuando falta y ahoga cuando sobra. La sobreabundancia genera una alianza perversa entre lo económico y lo psicológico: el aumento paralelo de la inflación y de las expectativas. Lo primero está muy estudiado, sobre lo segundo, al entrar en el terreno emocional, existen menos estudios y más literatura. La última historia de España lo pone de manifiesto, no se sabe si fue antes el huevo o la gallina, lo cierto es que los políticos y los ciudadanos se retroalimentaron generando expectativas: cada pueblo parecía menos si no tenía completo el catálogo de edificios emblemáticos. La lógica de esa historia nos conduce hasta hoy. El globo de las expectativas, cuando estalla, convierte al día a día en un solar.     

Nombre por nombre, el partido de ayer estaba desequilibrado. La plantilla del Valladolid tiene la misma base que la del año pasado en Segunda con algún retoque adquirido en el mercado de saldos. Su rival, el Málaga, ha forjado un equipo con la fuerza del oscuro talonario de uno de esos jeques que obnubilan cuando ostentan su pastizal. Visto así, los vallisoletanos parecían los tontos de la película: un equipo menor frente a un aspirante a engrosar el cupo de los grandes. Aparentemente, los costasoleños han sabido crecer, mientras los castellanos se anclan en la supervivencia. En realidad prefiero el modelo local, el de un equipo que no pierde la cara aunque los nombres del rival hagan más ruido mediático. No solo eso, hoy, salvo un rato al inicio, ha impuesto su juego, ha merecido ganar holgadamente, algún jugador (verbigracia, Omar) ha mostrado su mejor cara y, aunque no cubra merecimientos, sigue sumando. El Pucela puede ser un equipo menor en este circo, pero parece que consolida su existencia en el mundo real. Lo otro, lo del Málaga, suena a capricho pasajero, a sueño que termina mal.  A billete falso.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-03-2013

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