viernes, 28 de marzo de 2014

SEGURO QUE SÍ

Supongo que las cosas habrán cambiado desde entonces, pero cuando uno vuelve la vista hacia atrás y la fija en aquella época en que la semana no era más que una larga espera que encontraba sentido a partir de los viernes, rememora un tiempo envuelto en una doble capa de optimismo y perseverancia. O sea, una concatenación de intentos fallidos que culminaban en la vana esperanza de que la semana siguiente sería distinto. Llegada la hora salíamos en tropel a la fiesta de cualquier pueblo o, en su defecto, a la Peñaranda capital de aquella comarca en la que conviven tres provincias. Ahora llegaban los de tal pueblo, ahora los del otro hasta abarrotar el aforo de las calles. Los chicos de entonces, copa en mano, aires de yo pasaba por aquí, nos acercábamos a las chicas con las que íbamos coincidiendo en cada garito.
A pesar de nuestro empeño salíamos trasquilados, una y otra vez, viernes, sábado y, a veces, hasta el domingo. Un fracaso tras otro que, lejos de minar la moral, alentaba la frase definitoria de nuestro imperturbable optimismo: la próxima semana seguro que sí. El lunes volvía a comenzar la cuenta atrás que nos llevaba hasta el viernes siguiente en el que el bucle daba la misma vuelta. Este lema, la próxima semana sí, va a terminar apareciendo serigrafiado en la camiseta del Real Valladolid. Una semana tras otra la respuesta es que no, pero los resultados de los demás equipos permiten que el equipo se sienta vivo y descuente los días que faltan hasta el partido siguiente que ¡vaya por Dios! vuelve a ser que no. Ahora el asunto próximo se llama Almería y en ese fin de semana, cubata en mano, aires de yo pasaba por aquí, se volverá a intentar con el mismo entusiasmo como si el tiempo no fuese pasando, como si el fracaso fuese una vacuna contra el propio fracaso. Ayer volvió a repetirse la historia, pero con un matiz, al mozo pucelano le faltó convicción. Quizá fuese porque el chaval siga fiel a la liturgia de viernes, sábados y domingos y que las fiestas entre semana no se tuvieran en consideración o, simplemente, que San Sebastián no fuera fiesta que estuviera apuntada en el calendario. La Real Sociedad tiene un mérito extraordinario, de tanto en tanto se reinventa sobre una base de chavales amamantados a la vera del Urumea. La camada actual ha vuelto a ilusionar por aquellos lares, pero su temporada está siendo especialmente exigente y a estas alturas se intuye que el depósito se ha quedado sin combustible. El Valladolid, en vez de morder a un rival que parece que boquea, practicó un juego académicamente correcto pero falto de esa fe que futbolísticamente mueve montañas. A pesar de eso, entre que la Real falló alguna clara ocasión, algún mérito tuvo Jaime en ello, y que el fútbol es así de caprichoso, los pucelanos llegaron a pensar que era posible conseguir algo, y a punto estuvieron. Pero a Óscar le sigue faltando la décima de segundo que separa el estar para jugar del estar realmente bien y no consiguió embocar la pelota. Finalizó el partido, se miró la clasificación, viernes, ducha, ropa guapa y preparados para salir de fiesta. Parece que a esa tal Victoria la tengo en el bote. Esta semana seguro que sí.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-03-2014

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