lunes, 31 de marzo de 2014

SIN ACUSE DE RECIBO

Estimado Señor Rubio:
Desde ayer, la Pucela futbolística se asoma por la ventana, cierra los ojos y se regodea mientras recibe en la cara ese tímido rayito de sol que, atravesando el cristal, parece venir a decirnos que ha llegado para derrotar al invierno. Pero en esta tierra sabemos que hasta el cuarenta de mayo no es conveniente desterrar la ropa de abrigo, por si acaso. Precisamente por eso, ahora que aún nada está conseguido y, a la vez, se está a tiempo de lograrlo todo, quería dirigirme a usted para decirle una palabra que, también a la vez, resume todas: ¡gracias! No me apetece esperar a que se confirme la permanencia del equipo, así será, cruzo los dedos,  porque daría la sensación de que ese agradecimiento sería un premio por haber alcanzado un fin. Quiero hacerlo en este momento en que todo está por escribir. En este sentido me da igual lo que ocurra al final, si alumbra ese rayo de sol es debido, sobre todo, a usted. Sí, ya sé que el fútbol no es una excepción, que el trabajo de uno carece de sentido si no está respaldado del de los demás. Y es cierto que usted pertenece a una plantilla que ha dado a lo largo del año muestras de una honradez que escasea en otros ámbitos de la vida social de nuestro país. Quienes así no lo entendieron tuvieron que hacer las maletas. Al resto nada que reprocharles, lo que tienen lo dan. Más no se puede pedir. Pero en medio de todos refulge usted, y no por brillar como lo haría una estrella, tampoco por arrancarse en carreras estériles a la manera de los demagogos que buscan el aplauso fácil, su mérito radica, ahí es nada, en hacer en cada momento lo que corresponde y hacerlo, casi siempre, bien. Ayer, sin ir más lejos, consiguió transmitirme la emoción que siento cuando observo ante mí algo que se acerca a la perfección.
También me impele a escribirle la certeza de que a usted le hemos visto muchos más partidos de los que nos quedan por ver y, como la biología es la biología y el fútbol es así de azaroso, no quiero llegar tarde. Sé que en todos estos años la afición del Valladolid no ha sido justa con usted, que siempre aplaudió más a otros, que siempre sospechó de su pausa, que siempre le reprochó los inevitables errores, que no se dio cuenta de que si usted aparecía en las fotos de los goles recibidos es porque nunca se escaqueó de ese riesgo y corrió en auxilio del grupo aun sabiendo que podría llegar tarde.
Señor Rubio, usted huele a fútbol, desprende el aroma del fútbol de principios clásicos, esos que el invasivo márquetin ha desterrado. La forma de poner en práctica su profesión es un ejemplo de honestidad y compromiso que me gustaría saber transmitir a mi hijo, se dedique a lo que se dedique en el futuro, porque no hay mejor enseñanza que amar lo que se hace y realizarlo sin aspavientos, cada cosa a su tiempo, la siembra en otoño, la cosecha, en verano. Usted nos enseña a huir, como diría Machado, de retóricas huecas, es un sinsentido escribir ‘lo que acaece en la rúa’ si se puede decir ‘lo que pasa en la calle’.
Para mí es un privilegio que haya impartido aquí, en Valladolid, estas lecciones de vida y haber podido asistir a sus clases. Espero que todavía queden muchas para seguir aprendiendo. Aunque no le conozca personalmente, permítame un abrazo. Fdo: Joaquín Robledo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 31-03-2014

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