jueves, 8 de marzo de 2018

PONER EL CASCABEL AL GATO


Siempre me dio miedo el miedo, tanto el miedo propio como el ajeno. Me asusta porque actúa como una fuerza centrífuga que lanza cualquier atisbo de razón fuera de pista. Me asusta más porque en este momento no hablo de un miedo teórico, sino de un reflejo que ejerce la labor de piedra angular en el devenir de nuestros días. Es el miedo el que habla, el que va tomando cuerpo, el que marca la pauta de nuestro comportamiento social. Miedo a lo conocido por ser de sobra conocido y a lo desconocido por no conocerlo. Un miedo que poco a poco, pero inexorablemente, va mostrando sus aristas menos amables. Un miedo que parte del desasosiego, de la incertidumbre, y que nos arrastra a la periferia por la que ya caminaron nuestros abuelos. 
Italia ha sido, por el momento, el último martillazo al clavo de la desafección que está agrietando el viejo corazón de la vieja Europa. Un corazón que, por otra parte, late infectado por el virus de la inoperancia ante el poder de los conglomerados económicos y la bacteria de la burocracia, de la absoluta lejanía. Nada de lo que hubo parece valer. Una conclusión que parece obvia, pero cuyos apuntes de solución no prometen tiempos mejores. Ese miedo a un futuro imperfecto busca la solución en donde no se puede encontrar. Para ello cuestiona a un poder político ineficaz por impotente y pretende que los nuevos elegidos, los elegidos nuevos, sean capaces de hacer girar la ruleta de la fortuna. Aquellos no pudieron -o no quisieron-; estos, de antemano, yerran -o fueron creados para errar-. En Italia, las dos alternativas a los fenecidos centroderecha, llámese como quiera, y centroizquierda, quiérase como se llame, reducen al absurdo los problemas y, por ende, las propuestas. La Liga, miedo, víscera, reparte culpas entre los que son tan débiles que no podrían ser responsables de nada aunque quisieran y la estructura europea. El Movimento 5 Stelle, miedo, desafecto, cuestiona todo y a todos sin terminar de decir qué son, qué quieren, para quedar en una especie de fundamentalismo democrático que no pasa de lo formal.
El poder político camina entre lo que fue y lo que es, discutiendo entre ratones negros y blancos; mientras, el verdadero poder campa a sus anchas en otro territorio. La solución parece simple, que diría cualquiera de esos ratones, poner un cascabel al gato. Pero el gato también asusta.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-03-2018

1 comentario:

  1. A mi también me da miedo. Lo que ha pasado en Italia, lo que está pasando en Europa, lo que está por venir en España.....pero días como hoy,8 de marzo,en los que la gente es capaz de salir de su zona de confort para unirse y manifestarse en contra de algo que no es justo.... me alivia en la esperanza de hay futuro para lo humano. Buena noche

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