lunes, 19 de mayo de 2014

YO, TARZÁN; TÚ, JANE

Los ingredientes eran escasos: unos pocos verbos sin conjugar, un puñadito de sustantivos y algún pronombre. Suficiente material para que Tarzán pudiera comunicarse con los humanos, amén de arrancar las sonrisas de varias generaciones de niños. Ese uso primario del lenguaje puede servir para salir del paso, para transmitir una información básica, pero poco más. Si lo que se pretende es transmitir un sentimiento profundo, una información compleja o aportar matices sobre cualquier tema, necesitamos el cemento con el que amalgamar las palabras para construir oraciones. Ese ungüento se forma, en buena medida, con las preposiciones, esas palabras modestas, sin apenas valor cuando las tomamos fuera de su contexto. Busco en el diccionario la definición precisa (palabra invariable que introduce otros elementos de la oración) y pienso que el Valladolid de esta temporada ha sido un equipo sin preposiciones, un equipo cuyo juego colectivo no ha pasado del ‘Yo, Tarzán; tú, Jane’.
Durante parte del año, unos más y otros menos, hemos esperado ese día en que el trabajo cotidiano permitiese dibujar en el campo una idea del juego y una voluntad de llevarla a la práctica. Pero aquí estamos, irremisiblemente en Segunda, y la idea sigue sin aparecer. El triste corolario frente al Granada no ha sido más que eso: el esfuerzo voluntarista de un grupo que pretendía algo tan lejano como un gol sin saber cómo se puede llegar a él. Quizá haya sido mejor de esta manera, perdiendo el último partido, descendiendo con la sensación de impotencia, no buscando culpables más allá del club. Porque lo contrario, una victoria ayer, podría habernos llevado a conclusiones erróneas, a pensar que el viaje a Segunda División habría sido por culpa del Rayo por no ganar al Getafe, del Betis por no empatar en Pamplona o de la ausencia de lluvias durante esta cruel primavera castellana. La cera se consumió y son muchas las cosas que se han hecho mal. Quienes tienen capacidad de decisión llevan en su chepa la responsabilidad por lo ocurrido y se enfrentan, al menos eso deben, a un ejercicio de autocrítica para sentar las bases de un nuevo proyecto. En este fútbol de sociedades anónimas, los presidentes no conjugan el verbo dimitir, quien manda es porque posee, porque es dueño, y a un dueño, en este mundo, solo se le despide si alguien le compra su posesión. Por tanto, el presidente, aunque escuche cánticos reprobatorios, no va a dejar el sillón del medio del palco. Es él el que tiene en su mano el pecado y la penitencia. Si ha aprendido, es su tercer viaje al pozo, tendrá algo ganado. Y una pregunta que se hará tendrá como respuesta el nombre de la persona adecuada para dirigir la nave, porque el actual inquilino del banquillo, de quien no puedo discutir sus conocimientos, no ha sabido o podido trasladar a los suyos un plan reconocible de juego. Al Pucela que ha tenido a su mando no le han faltado nombres, ni verbos, o quizá sí, pero el lastre ha sido la ausencia de esas palabrejas que ayudan a poner en práctica una idea. El verbo correr lo han utilizado, pero faltaba el hacia para saber dónde. Al lenguaje le hace falta el a, ante, bajo, cabe, con...

Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-05-2014

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