domingo, 27 de noviembre de 2016

COMO UN CONEJO


Resultado de imagenTal vez sea porque tenemos los ojos en la cara y no en la nuca o porque nuestras piernas están diseñadas para caminar hacia delante, pero lo cierto es que nuestra mente nos traiciona con demasiada frecuencia. La malvada nos hace creer que todo lo por venir está más allá de nosotros, que el camino de la historia es unidireccional. O tal vez solo sea el deseo el que impela al cerebro a proyectar en ese único sentido. Hasta que topamos de bruces con una realidad siempre zigzagueante, siempre presta para escapar como un conejo cuando parecía que la teníamos atrapada. Hace ya años que se desinfló aquella burbuja inmobiliaria; antes, cuando aún crecía a golpes de aire, se presentaban estudios sobre, sea, la sostenibilidad del sistema de pensiones en los siguientes decenios. Alguno de esos trabajos afirmaba, así, rotundamente, sin dejar lugar a duda alguna, que el sistema español gozaba de tal salud que los fondos de reserva permitían garantizar su supervivencia sin contratiempos hasta más allá de 2050. Lo juro, lo vieron estos ojitos repicado en varios medios de comunicación. Y sí, lo he escrito bien, dos cero cinco cero, 2050. No hay como anotar puntos sobre unas tablas, unir media docena de ellos y estirar la línea hasta el infinito como si nada pudiera ocurrir en casi medio siglo que truncase ese caminar hacia delante. Hoy, treinta y tantos años antes de la fecha garantizada por el profeta, con los fondos precisamente ahí, en el fondo, aquel informe no vale ni para envolver sardinas. Las rectas ascendentes de los gráficos decidieron –por usar un eufemismo­– caminar en la dirección opuesta. Ni los ojos estaban preparados para mirar atrás, ni las piernas para desandar lo caminado.
Somos así, recordamos a nuestras abuelas con el pañuelo negro anudado al cuello, a nuestros abuelos coronados con su boina; pasamos por nuestros padres, más abiertos que aquellos pero menos que nosotros y tendemos a pensar que nuestros hijos habrán de ser, por fuerza, más abiertos y tolerantes. Ley de vida, pensamos. Hasta que descubrimos que la realidad no es tan así y, de repente, nos preguntamos qué ha podido pasar.

Somos así, vemos al Pucela trenzar fútbol, pretender plasmar una idea bella sobre el terreno y nos ilusionamos. Perdían, sí, pero por cuestiones menores que se habrían de solucionar. El tiempo parecía confirmar esta tesis cuando se encadenaron algunos buenos resultados. Ya está. Ley de vida, pensamos. Si en septiembre jugaban bien y en octubre mejor, lo que habría de venir sería un camino de rosas. Pero, súbitamente, el juego se desvaneció. Un mal día, creímos. A este siguió otro y a este, otro, sin juego ni resultados. Las apuestas del padre Herrera ya no caminan por la línea prevista. Ayer, además, fue especialmente duro porque el equipo se vio incapaz de hincar el diente a un triste Almería. El balón, ese algo que antes fluía, ahora salta de pie en pie como si fuera, también, un conejo juguetón. Parece que, en vez de aprender, se desaprende; en vez de progresar, se regresa. La desconfianza, malas noticias, se ha instalado.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 27-11-2016

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