domingo, 12 de julio de 2020

CORAZÓN PARA MUCHO MÁS

Foto "El Norte de Castilla"
Cada año me gusta menos este partido. Me chirría el enfrentamiento entre mi pasión y una realidad que me ha ido invadiendo cada poro. Por un lado, soy del Barça desde que tengo consciencia de mí. Recuerdo, por ejemplo, el día que se jugaba la final del Mundial de Argentina, Don Rufino, el cura de mi Rasueros, me preguntó que quién quería que ganase aquel partido. Holanda, dije sin pensar y con la certeza de que era una pregunta inocua, sin trampa ni cartón. No había terminado de decirlo y ya había dibujados cinco dedos en mi cara. Mientras yo trataba de rehacerme sin entender nada, levantó la voz y me explicó la bofetada. En resumen, que un niño católico y español no debía querer que unos protestantes que renegaron de España y la guerrearon se impusieran, aun en un simple partido de fútbol, a un país hermano en la fe, la lengua y la historia. Yo traté de justificarme, “es que juega Neeskens y es del Barça”. 

Y, como definió perfectamente el personaje Pablo Sandoval en la película “El secreto de sus ojos”, un tipo puede cambiar de todo menos de pasión. 

Pero a la vez, 34 años en Valladolid son toda una vida. Uno viene de fuera pero cada día que transcurre consolida una relación. Sabina modificó el final de ‘Pongamos que hablo de Madrid’.  Cavilando sobre el momento de su muerte, el inicial “que me lleven al sur donde nací” mutó en “aquí he vivido, aquí quiero quedarme”, conscientemente o por populismo, sintetizó el cambio de sentimiento de los que llegamos a una ciudad pensándonos forasteros hasta que, pasado un tiempo, asumimos que donde somos ya extraños es en nuestro lugar de origen. Así fue. Puede que Valladolid cueste, de hecho cuesta, pero al final, si te dejas, te atrapa. Es mi ciudad y sus cosas son mis cosas; sus calles son mis correrías; sus plazas, mis amores. Ya no estoy, soy aquí. Y claro, su equipo es mi equipo. Al principio fue aprecio; después, cariño; y más tarde, pasión. Sobrevenida si quieren, pero pasión. 

El trago pasó y se llenó de paradojas. El que necesitaba el resultado, el Pucela, por aquello de sellar lo que ya damos por sellado, no lo obtuvo, pero su juego mostró que es una institución creciente en todos los sentidos. Parece que todo se le va poniendo de cara. En realidad es el resultado de un trabajo metódico y concienzudo. Aunque necesite su pizquita de suerte. Y ahí está: de repente nos encontramos con este Kike que ha llegado con hambre y talento. Otra columna en la que sustentar el futuro. Aun perdiendo, hay razones para la ilusión. El otro ganó, un resultado que de nada le va a servir, dejando una sensación de que no tiene juego para otros retos pendientes. Aun ganando, no tiene motivos para la esperanza, al menos a corto plazo. 

No, definitivamente no me gusta poner a dos pasiones a pelear. Aunque, bien pensado, sería mucho peor que no ocurriese. Hay corazón para ambos y para mucho más. 


Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-07-2020

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