domingo, 22 de enero de 2023

DE CÍRCULO VICIOSO A VIRTUOSO

El martes pasado estuve escuchando una charla del analista en temas de paz, noviolencia, desarme y conflictos Pere Ortega en la que el ponente recordó una frase del dramaturgo Bertold Brecht: «En los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, en los países autoritarios no se percibe la naturaleza económica de la violencia». Se quedó grabada en mi cabeza. No sé por qué, pero según transcurrían los minutos en la debacle pucelana ante el Atleti, más dura aún de lo que auguraban los peores presagios, me venía la frase de marras reformulada para este mundo de las cosas no importantes, del fútbol: «Cuando las cosas pintan bien, se olvida la importancia del resultado en el juego; cuando la racha viene mala, se olvida la importancia del juego en el resultado». Estamos rodeados de parejas de elementos que se retroalimentan, que forman, según, círculos viciosos o virtuosos y nuestra condición humana nos arrastra a elegir intelectualmente entre uno u otro como si no tuvieran que ver. El dilema no es juego o resultado; si uno cualquiera se pierde, súbitamente desaparece el otro. 
El Pucela atraviesa el desierto de una racha perversa. Añoramos resultados porque hace tiempo que no llegan, pero el juego salió a la par en estampida. Hace nada loábamos el juego, un juego que parecía crecer porque se reforzaba con unos resultados que daban la razón a los blanquivioletas. La imagen ante el Atleti preocupa precisamente por eso, porque no se antoja coyuntural sino redundante, se percibe como un episodio más de una serie que describe una caída irremisible. Por suerte, todos los hundimientos que no estén sujetos a la ley de la gravedad tienen remedio. Al menos si se actúa antes del desplome. Sabemos que mientras haya vida, hay esperanza; también que mientras haya esperanza, hay vida. Lo que no sirve, desde luego, es el paño caliente del 'toca ir hacia arriba porque hemos tocado fondo, más bajo no se puede caer'. Uno siempre puede hundirse más. Añado, cabe escarbar aunque se esté sobre el piso de la fosa de las Marianas. Algo hay que hacer pues. Y ese algo atañe a todos los peldaños de la estructura del club –SAD–. El entrenador lleva varios partidos mostrando 'una triste expresión que no es tristeza'. Su característico vigor se marchó acompañando al juego del equipo a no se sabe dónde. No dudo de su capacidad, pero para invertir el sentido del giro del círculo, ahora en dinámica viciosa, ha de reencontrarse consigo mismo. Y con sus ideas, que el revoltijo táctico del Metropolitano –ahora pruebo, ahora me desdigo, ahora insisto con la probatura– produjo un desconcierto abrumador. La apelación de Pacheta a las varias gastroenteritis podría servir de explicación. La plantilla, por decirlo de una manera suave, tiene carencias. Es aún tiempo de arreglo, otra cosa es que haya piezas disponibles y medios para acercarlas. Ambos, plantilla y entrenador, deben creerse mutuamente. Los unos, para ejecutar con convicción el plan diseñado por el otro; el otro, para plantear y ofrecer alternativas adaptadas a la capacidad de cada futbolista. Es tiempo de supervivencia. De agarrarse al arbusto que brotó en la pared del muro para frenar la caída. De encontrarse en la encrucijada de hacer algo de lo que nunca te sentirías orgulloso. De apretar el culo. Pero también es momento de catarsis. De expulsión de los elementos nocivos para el cuerpo. De liberación causada por el desastre, la concatenación partidos calamitosos hasta haber llegado a este último difícilmente empeorable. De rebuscar el juego. De aferrarse al resultado. No fue lo malo perder. Si sirve, ni siquiera fue malo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-01-2023

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