lunes, 6 de octubre de 2008

EL ASESINO SILENCIOSO

El Valencia CF vino a Valladolid como líder y como tal se fue. El Valladolid no pudo frenar la inmaculada marcha de un equipo que, este curso,desde mi perspectiva, es el más claro opositor al binomio clásico.
Apenas hace cinco meses, el club che remaba agitado intentando rehuir un descenso que acechaba. En este poco tiempo han cambiado tanto el consejo de administración, como el entrenador. El resto son las mismas mimbres que, hoy sí, hacen cesto.

El club ha dejado de ser el camarote de los hermanos Marx para convertirse en un remanso. Mestalla emitía un ruido cotidiano, el síntoma de una enfermedad sin diagnosticar porque, de tanto en tanto, el equipo -un puente sobre las aguas turbulentas del club- lograba algún título al que sus directivos, de forma arribista, se agarraban.
Esos triunfos cegaron a unos dirigentes que no supieron ver la amenaza que se cernía sobre un edificio cuyos cimientos, inexorablemente, se estaban corroyendo y tildaron de aguafiestas a los que alertaban del peligro. Los años de exceso, más que a la reflexión, abren la puerta a una indolencia que estuvo a punto de arrastrar al equipo por el mismo barranco por el que se despeñó, otro que tal, el Zaragoza. De vivir de la mentira de una gloria fugaz se encontraron con el agua al cuello y dieron un bandazo, un giro que pretendía esconder la realidad detrás de un golpe de efecto, fichando a Koeman. El holandés desmintió a quienes defienden que la suma de los intereses de las partes armoniza el colectivo. Ese interés individual tiende a la hipertrofia, se pierden los valores y se convierte en la codicia desmedida de cada uno. Una espiral que arrastra a una crisis de la que sólo se puede salir con un plan que tenga la capacidad de avenir a todos los implicados de forma que se sientan partícipes e implicados en un objetivo común. Los levantinos, tras el susto, comprendieron que no necesitaban un salvador sino una idea y encomendaron el proyecto deportivo a Unai Emery. Éste ha convertido a un grupo de futbolistas, tan buenos como dispersos, en un equipo que actúa como un asesino silencioso, una versión futbolística de Jack ‘el Destripador’, quien obnubila a sus víctimas tras atraerlas hacia sí para, cuando nadie le espera, ser fiel a su cita con el cuchillo y asestar un golpe mortal. Un equipo callado, una columna vertebral formada por futbolistas con muchas horas de vuelo y un juego lento y soso pero eficaz mantienen al Valencia en la cumbre de la Liga. Es pronto para las cábalas pero la calidad de una plantilla llena de jugadores internacionales, el ahorro físico -y la tranquilidad- que les proporciona el hecho de no no participar en ninguna de las competiciones europeas y la creencia en el plan diseñado por su entrenador, les convierte en claros favoritos para el título de liga. El Valladolid se ha convertido en una más de la lista de víctimas. Se dejó embelesar por el asesino y cuando sintió que se desangraba pataleó hasta la extenuación. Todo fue inútil. Muerto por asfixia.

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