domingo, 9 de noviembre de 2008

ATROPELLO CON DELICADEZA

Si vemos entrar, en el bar en el que nos estamos tomando una cerveza, a la persona que más nos atrae en el mundo tenemos dos opciones: asumir que somos poco arroz para tan poco pollo o lanzarnos a la aventura. Total, en el peor de los casos, saldremos igual que habíamos entrado. Por desgracia, cuando uno es consciente de que el reto es imposible tiende a recular y a arrepentirse por la noche. No nos acercaríamos a la chica pero por la noche nos daríamos gorrazos a nosotros mismos.
Quizá eso sea lo que le ocurre a Mendilibar a estas horas. Él podrá excusarse con eso de “a cojón visto, macho seguro” pero hoy el Valladolid ha dado un extraño paso atrás y seguro que en su cabeza rondarán las otras alternativas más audaces.
El descubrimiento de la Copa unido al buen partido (y mejor resultado) obtenido frente al Sevilla ha tenido una extraña interrupción. El entrenador del equipo vallisoletano, aparentemente, volvió a tirar de su repertorio más clásico. Digo aparentemente porque en realidad, en Barcelona, presentó a un híbrido, un proyecto a medio camino entre la versión más fiel a su estilo (en la que confía porque le ha resultado pero que empezaba a hacer aguas, lo que no evoluciona muere) y las innovaciones que tan buen resultado dieron: dotó al doble pivote de la creatividad de Haris a la par que ubicó en la media punta, lugar destinado a los ingenieros, al capataz Vivar.
Ante un equipo como el Barcelona actual, en un escenario cumbre, con la televisión de por medio como escaparate, era el momento de apostar. Era un partido en el que había poco que perder (estos puntos no entran en el presupuesto) y mucho que ganar (a veces en estos partidos se logra incluso perdiendo). Nada garantiza, por supuesto, que se hubiera obtenido un mejor resultado pero se habría mantenido la impronta, doblado la apuesta y se hubiera inoculado la decisión de ese nuevo rumbo más osado.


Cabe también decir que, en cuanto a carácter, el Pucela no se arrugó, le arrugaron los argumentos futbolísticos de un equipo que camina sobre las nubes, un grupo que desarticula ese falso debate que enfrenta al buen juego con los resultados: se puede armonizar la eficacia y la poesía, es más, no hay mejor camino. Si alguno aún cree que el fútbol bello no avala la consecución de objetivos, nadie ha demostrado que el mal juego obtenga mayores réditos. Hoy por hoy, este equipo y en este estadio, atropella a quien se ponga por delante con el más fino pincel cuyo estilete, además, es letal. Y todo a pesar de la ausencia de quien goza, una vez retirado Zidane, del reconocimiento de las musas, el vate de vates: Andrés Iniesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario