jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre: Garbanzos, colegio y liga

De la misma manera que al pasar bajo el quicio de la puerta de la casa de mis padres te invade el olor a cocido, al cruzar el límite de agosto huele a colegio, a fábrica y al tran tran de la liga de fútbol. Los niños, a estas alturas, ya tienen los libros preparados y su álbum de cromos a medio llenar, sin embargo los clubes aún andan peleando con el reloj para cerrar definitivamente sus plantillas y, en el caso del Pucela, con el calendario para cuadrar la presentación del equipo una vez que la liga ya ha arrancado. Pero, cosas de la zozobra que rodea al fútbol, la huelga de futbolistas de la primera jornada ha permitido que el Trofeo Ciudad de Valladolid haya sido el primer partido del Real Valladolid ante su afición. Escasa, dicho sea de paso, porque un partido amistoso es poco menos que metadona para quienes estamos acostumbrados a dosis de sustancias más potentes. Un trofeo guadianesco que ha vuelto a aparecer tras pasar un año bajo tierra y que, visto lo visto, se acomoda en otro momento -que quizá no hay-, o está condenado a la extinción.
Lo que hoy podríamos haber visto por primera vez es la constatación de lo que hace cuatro días ya mostró el equipo de Djukic: el Valladolid sigue la corriente estilística que ha permitido al fútbol español salir de la caverna de la furia para entrar en el oasis del toque y el movimiento. Si n hace tanto veíamos los centros del campo poblados de defensas que ejercían de valladares para intentar impedir que del delantero y el balón no pasara al menos uno, hoy nos encontramos con la imagen especular, son los mediocentros los que se encargan de jugar en la defensa para permitir que el balón salga limpio y fluido desde atrás. Esta novedad junto con el protagonismo de los laterales en la fase ofensiva permiten que el campo se ocupe en toda su extensión tanto a lo largo como a lo ancho.
El técnico mostró además su respeto por el club y la afición al decidir que, de inicio, partiera el mismo equipo titular -con la obvia excepción de Barragán- que nos cargó de ilusión en Tarragona y que, paradójicamente, no cuenta con ningún jugador de campo que no conociésemos de antes aunque esta frase no es del todo exacta porque Marquitos y Bueno son los de antes pero no les conocíamos en esta versión. El primero ha debido comprender que los años de profesional se le acababan y ha decidido cambiar las tornas, esperemos que no sea un arreón antes de volver a las andadas. El segundo había mostrado en su año blanquivioleta algunas maneras y muchos amaneramientos. El año en Inglaterra más que una cesión ha sido un Erasmus, un viaje iniciático en el que, alejado del control de papá y mamá, ha tenido que buscarse la vida y aprender el idioma del fútbol de los pobres en el que una monda de patata puede ser alimento.
Hasta la segunda parte no tuvimos la posibilidad de ver desfilar a los nuevos fichajes y, dado el carácter amistoso del partido y la poca costumbre de jugar juntos, poco podemos decir. Lo único cierto es que la competición de segunda división es eterna y se hará necesaria la aportación de todos. Si Djukic tiene la misma mano con los menos habituales que paladar para degustar el fútbol el acople de estos será paulatino y eficaz. De momento la base se conforma con un listado de jugadores que han dado algunas alegrías y muchos disgustos pero que han demostrado que no les falta capacidad.
La sopa del cocido ya la hemos comido, los garbanzos se servirán y larga será la sobremesa hasta que, en junio, sepamos si el muestrario de futbolistas que visten de blanco y violeta pasarán a formar parte del santoral.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 1-09-2011

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