lunes, 29 de agosto de 2011

La boca que besa el fútbol



El listado de normas y recomendaciones que los frailes nos habían enviado antes del comienzo del curso no dejaba lugar a la duda, los alumnos no pueden traer al colegio aparatos de radio. Lógicamente ninguno de los nuevos lo llevaba. Al poco tiempo de estar allí los veteranos nos quitaron el miedo. «Si queréis escuchar el fútbol, venid con nosotros». Evidentemente les recordábamos la carta que nos llegó en verano. «No os preocupéis, no pasa nada». 
Los domingos por la tarde, cuando el Palencia jugaba fuera de la vieja Balastera, los más aficionados nos encerrábamos en una salita para escuchar las voces del fútbol. Estaba prohibido pero los frailes hacían la vista gorda porque, aunque incumpliéramos la letra, acatábamos el espíritu de la norma.
Esos labios pegados a un micrófono nos hicieron besar el fútbol. Podíamos decir, como el título de aquel disco de Joaquín Sabina, que esa boca que narraba el partido era nuestra porque a través de ella recreábamos las andanzas de los futbolistas por el campo o visualizábamos los goles en ese espacio interminable de tiempo en que el locutor se jugaba las cuerdas vocales. Este fin de semana ha empezado a cambiar el cuento. Los clubes, ciegos, cortos, miserables, han sellado las puertas de las cabinas pretendiendo coser las bocas que lo narran. No sé si los clubes tienen derecho, pero la radio es el nexo entre el fútbol y el aficionado. Romper ese binomio sería una medida, además de cobarde y mezquina, contraproducente. Vendría a ser como estar ahogándose en un pozo y pretender cobrar por la cuerda al que te quiere ayudar a salir.
Este conflicto sobrevuela un inicio de temporada que, al modo de ‘Rayuela’, la novela de Julio Cortázar, no se empieza a leer por el primer capítulo sino, en este caso, por el segundo. Este comienzo a la remanguillé ha retardado la puesta en escena de un Valladolid que, más que un curso, inicia un ciclo: el encabezado por un Carlos Suárez plenipotenciario que ha demostrado muy buen gusto en la contratación de un estilo de fútbol encarnado en la figura del entrenador. En el citado disco de Sabina se incluye una canción titulada ‘Mujeres fatal’, en su letra hay una retahíla de tipos de mujer que, a juicio del autor, existen. Se podría hacer el mismo ejercicio con los entrenadores. Los hay como el cura descreído protagonista del San Manuel Bueno y Mártir de Unamuno, no les gusta el fútbol pero siguen en él. Otros son ingenieros fustrados que llenan de líneas sus cuadernos pero que nadie ajeno a su profesión, futbolistas incluídos, comprenden. Algunos muestran su frustración y entienden el fútbol como su contrario y, al fin, los hay con espíritu de aficionado. Estos quieren que sus equipos se aproximen a lo que exige el paladar de quienes disfrutamos del fútbol. Pues bien, tenemos la suerte de que el nuestro sea de estos últimos. Ninguno de los caminos garantiza el éxito y ninguno aboca al desastre, pero, dado que el destino no lo conocemos, mejor elegir el camino del buen gusto. Si el partido de hoy ha sido una declaración de intenciones, le doy más valor que a los tres puntos porque desde ya estoy deseando que llegue el próximo partido. Para verlo. Y escucharlo de esas bocas mías.

Publicado en “El Norte de Castilla” el 29-8-2011

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