¡A la calle! que
ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
Estos
versos que están arrancados de España En Marcha, de Gabriel Celaya. Siempre se
entendieron como el fin de una arenga en la que se reclamaba dejar la comodidad
de la casa y pisar el asfalto uniendo esfuerzo al de otros. Digamos que se
leían en el sentido literal, donde el poeta escribió calle, se leía calle. Pero
leídas y releídas, saboreadas y deglutidas, en cada letra hay un grito que
reclama valentía y superación, en las más difíciles acepciones de ambos
términos. Pide el poeta que se elija fracasar, si hay que fracasar, pero
habiéndolo intentado. En esencia, que no esperemos, que vayamos a buscar. Solo
en este contexto tienen sentido versos posteriores: “digo que seremos mucho más
que lo sabido, los factores de un comienzo”.
Muchos
dirigentes de IU se quedan en aquella interpretación literal y en ella se
escudan para no asumir la responsabilidad a la que se han hecho acreedores.
Prefieren esperar el fracaso de los otros
que arriesgar el tiempo y la cara. “Alguno -como recitaba el artista
italiano Giorgio Gaber en su monólogo ‘Qualcuno era comunista’- porque la
revolución, hoy no. Mañana, a lo mejor. Pero pasado mañana, ¡seguro!”
Los
resultados de las elecciones en Andalucía y Asturias han abierto a IU un
abanico de posibilidades y ahora tiene la obligación de tomar decisiones. Una
vez conocidas estas podremos comprender mejor el papel que quieren jugar, y eso
dependerá de qué tesis triunfe: la de quienes quieren salir a la calle en el
sentido simbólico que plantea el poeta, al centro de la plaza en lenguaje
taurino; o la de los portadores de ese
carácter diletante propio de los toreros de salón.
Estos
últimos suelen usar como lema aquel ‘programa, programa, programa’ de Julio
Anguita pero también en sentido literal, sin analizar los matices. Lo presentan
como un lo tomas o lo dejas, un todo o nada que siempre es nada. Es la coartada
de la cobardía. Pero el creciente número de votos no deja lugar a los
timoratos: IU debe asumir el verdadero alcance de ese incremento de apoyo y si
este te permite gobernar no deben dar la espalda a esa posibilidad. Y eso
significa mucho: en primer lugar dar sentido y mostrar respeto a cada persona
que decidió que su voto tuviera estas siglas. Es difícil saber las razones que
llevan a una persona a elegir una opción u otra pero hay un mínimo común: el
deseo de que lo que defiende una fuerza política se lleve a cabo. IU comete un
error si piensa que sus direcciones o sus militantes representan el sentir de
sus votantes. No es así porque hay un elemento que perturba la muestra y que se
vio claramente tras las elecciones en Extremadura: las personas que viven el
día a día de una organización están contaminadas por sentimientos ajenos a la
mayoría de la población. Es el caso de IU en su relación con el PSOE. Las
gentes adscritas a la organización izquierdista se sintieron tratadas con
condescendencia, cuando no con menosprecio, la falta de respeto era el pan
diario y todo ello generó mucho rencor y, llegado el caso, se cuadraron
cuentas. Pero IU debe trabajar, esa es su razón de ser, con el objetivo de
propiciar una vida mejor para el común de las personas. Sin dejarse llevar por
análisis de primero de básica, ni pretendiendo saldar cuitas. No es deudora de
ninguna otra fuerza política y debe aprovechar esa libertad pensando solo en
dar pasos en pos de esa transformación social de la que hablan y que no puede
quedar para pasado mañana. Sin abandonar la calle ahora tienen la posibilidad
de mostrar el mismo arrojo en el gobierno de las instituciones.
En
segundo lugar, el programa es el inicio pero cuando hay que llegar a acuerdos
no se puede imponer. IU debe trazar varias líneas rojas y en este momento tienen
más que ver con la ética que con la política: ha de gobernar pero para ello
exigir que se desmonten las redes clientelares madres de la corrupción. A
partir de ahí podrán hablar de política y obligar al PSOE a ejecutar otras
distintas a las que llevarían a cabo de gobernar en solitario.
Como hay que analizar los matices no pueden pensar en hacer
lo mismo en el norte (Asturias) y el sur (Andalucía). En el norte solo podría
llegar a ese hipotético gobierno con el beneplácito de una fuerza, UPyD, que ha
demostrado su volubilidad y eso supone un riesgo inasumible porque dinamita el
buen hacer: el permanente chantaje. Gobernar no es el fin sino el medio y si el
medio no acerca al fin tendrán que trabajar de otro modo.
Junto
con todo ello, y no menos importante, IU necesitaría implementar una buena
política de comunicación que eliminase prejuicios muy arraigados: explicar que
gobernar no es (necesariamente) trincar, que los cargos públicos de su fuerza
no aumentan sus retribuciones ya que ingresan en la organización la diferencia
entre las nuevos y las que tenían por el ejercicio de su profesión.
En
política, por desgracia, el valor no se presupone y la hilera de argumentos que
justifican la inacción son sofismas tras los que se esconde el miedo a
confrontar los postulados con la realidad. Lo contrario al posible fracaso es
el fracaso de quien no lo intenta. Si IU quiere dejar de ser irrelevante ahora
tiene una oportunidad. Si la aprovecha,
poco a poco, podrán cambiar las cosas, anunciando previamente algo nuevo,
gobernando a cuerpo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-04-2012
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