jueves, 19 de abril de 2012

ARROJO PIDE EL POETA


¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

Estos versos que están arrancados de España En Marcha, de Gabriel Celaya. Siempre se entendieron como el fin de una arenga en la que se reclamaba dejar la comodidad de la casa y pisar el asfalto uniendo esfuerzo al de otros. Digamos que se leían en el sentido literal, donde el poeta escribió calle, se leía calle. Pero leídas y releídas, saboreadas y deglutidas, en cada letra hay un grito que reclama valentía y superación, en las más difíciles acepciones de ambos términos. Pide el poeta que se elija fracasar, si hay que fracasar, pero habiéndolo intentado. En esencia, que no esperemos, que vayamos a buscar. Solo en este contexto tienen sentido versos posteriores: “digo que seremos mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo”.
Muchos dirigentes de IU se quedan en aquella interpretación literal y en ella se escudan para no asumir la responsabilidad a la que se han hecho acreedores. Prefieren esperar el fracaso de los otros  que arriesgar el tiempo y la cara. “Alguno -como recitaba el artista italiano Giorgio Gaber en su monólogo ‘Qualcuno era comunista’- porque la revolución, hoy no. Mañana, a lo mejor. Pero pasado mañana, ¡seguro!”
Los resultados de las elecciones en Andalucía y Asturias han abierto a IU un abanico de posibilidades y ahora tiene la obligación de tomar decisiones. Una vez conocidas estas podremos comprender mejor el papel que quieren jugar, y eso dependerá de qué tesis triunfe: la de quienes quieren salir a la calle en el sentido simbólico que plantea el poeta, al centro de la plaza en lenguaje taurino; o la de  los portadores de ese carácter diletante propio de los toreros de salón.
Estos últimos suelen usar como lema aquel ‘programa, programa, programa’ de Julio Anguita pero también en sentido literal, sin analizar los matices. Lo presentan como un lo tomas o lo dejas, un todo o nada que siempre es nada. Es la coartada de la cobardía. Pero el creciente número de votos no deja lugar a los timoratos: IU debe asumir el verdadero alcance de ese incremento de apoyo y si este te permite gobernar no deben dar la espalda a esa posibilidad. Y eso significa mucho: en primer lugar dar sentido y mostrar respeto a cada persona que decidió que su voto tuviera estas siglas. Es difícil saber las razones que llevan a una persona a elegir una opción u otra pero hay un mínimo común: el deseo de que lo que defiende una fuerza política se lleve a cabo. IU comete un error si piensa que sus direcciones o sus militantes representan el sentir de sus votantes. No es así porque hay un elemento que perturba la muestra y que se vio claramente tras las elecciones en Extremadura: las personas que viven el día a día de una organización están contaminadas por sentimientos ajenos a la mayoría de la población. Es el caso de IU en su relación con el PSOE. Las gentes adscritas a la organización izquierdista se sintieron tratadas con condescendencia, cuando no con menosprecio, la falta de respeto era el pan diario y todo ello generó mucho rencor y, llegado el caso, se cuadraron cuentas. Pero IU debe trabajar, esa es su razón de ser, con el objetivo de propiciar una vida mejor para el común de las personas. Sin dejarse llevar por análisis de primero de básica, ni pretendiendo saldar cuitas. No es deudora de ninguna otra fuerza política y debe aprovechar esa libertad pensando solo en dar pasos en pos de esa transformación social de la que hablan y que no puede quedar para pasado mañana. Sin abandonar la calle ahora tienen la posibilidad de mostrar el mismo arrojo en el gobierno de las  instituciones.
En segundo lugar, el programa es el inicio pero cuando hay que llegar a acuerdos no se puede imponer. IU debe trazar varias líneas rojas y en este momento tienen más que ver con la ética que con la política: ha de gobernar pero para ello exigir que se desmonten las redes clientelares madres de la corrupción. A partir de ahí podrán hablar de política y obligar al PSOE a ejecutar otras distintas a las que llevarían a cabo de gobernar en solitario.
Como hay que analizar los matices no pueden pensar en hacer lo mismo en el norte (Asturias) y el sur (Andalucía). En el norte solo podría llegar a ese hipotético gobierno con el beneplácito de una fuerza, UPyD, que ha demostrado su volubilidad y eso supone un riesgo inasumible porque dinamita el buen hacer: el permanente chantaje. Gobernar no es el fin sino el medio y si el medio no acerca al fin tendrán que trabajar de otro modo.
Junto con todo ello, y no menos importante, IU necesitaría implementar una buena política de comunicación que eliminase prejuicios muy arraigados: explicar que gobernar no es (necesariamente) trincar, que los cargos públicos de su fuerza no aumentan sus retribuciones ya que ingresan en la organización la diferencia entre las nuevos y las que tenían por el ejercicio de su profesión.
En política, por desgracia, el valor no se presupone y la hilera de argumentos que justifican la inacción son sofismas tras los que se esconde el miedo a confrontar los postulados con la realidad. Lo contrario al posible fracaso es el fracaso de quien no lo intenta. Si IU quiere dejar de ser irrelevante ahora tiene una oportunidad.  Si la aprovecha, poco a poco, podrán cambiar las cosas, anunciando previamente algo nuevo, gobernando a cuerpo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-04-2012 

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