Salvo un puñado de entendidos, lo habitual es desconocer la
mayor parte de la producción cinematográfica de países ajenos al propio. A lo
sumo podríamos apuntar el nombre de un representante en el que encarnamos todas
las características. Así, es fácil que alguno pretenda reconocimiento hablando
del cine iraní cuando solo ha visto alguna película de Abbas Kiarostami o del
cine colombiano y Sergio Cabrera. Pues bien, siguiendo el mismo patrón, fuera
de nuestras fronteras asocian cine español y Pedro Almodóvar. El manchego, que
genera en suelo patrio un debate sin matices, tiene una virtud indiscutible
para admiradores y detractores: es capaz de transmitir el dolor que sufren los
protagonistas y, mientras, hacer que los espectadores rían. Una de las escenas que
mejor muestra esta paradoja la podemos encontrar en “La flor de mi secreto”,
cuando con una sola frase Chus Lampreave realiza un diagnóstico preciso a su
atribulada hija, una afamada escritora de novela rosa atada por contrato con
una editorial pero que, por diversas circunstancias de índole personal, no
puede cumplir. Esta le desgrana a su madre la situación, ella no comprende lo
concreto, sus mundos nada tienen en común, pero atina plenamente en lo general:
«Qué pena, hija mía, tan joven y ya estás como vaca sin cencerro...».
En el fondo se dibuja la brecha entre una generación que vivió
con poco pero que fue capaz de crear una sociedad medianamente habitable y otra
que rodeada de cosas materiales no ha sabido encontrar la felicidad y que,
entre aflicciones, depresiones y libros de autoayuda, está siendo incapaz de
mantener aquello que tanto costó.
Un poco así están los seguidores del Real Valladolid, los
últimos partidos del equipo se han vuelto previsibles por la facilidad con la
que los solventa, disfrutan de algunos jugadores (Óscar, el ayer ausente
Álvaro, Bueno...) que son un lujo en esta categoría, la vida parece sonreírles,
pero ¡ay!, siempre hay un ¡ay!, todavía están pendientes de los resultados de
otros equipos. Esa zozobra se medio lleva porque en el fútbol lo más reciente
condiciona el estado de ánimo y ahora creemos que este Pucela es imbatible.
Pero aún tiene que salir de caza ya que para conseguir el objetivo tiene que
abatir, al menos, a un elefante. De no lograrlo, las lágrimas oscurecerían la
alegría cotidiana. Vamos, como si fuera una película de Almodóvar.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 15-04-2012
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