martes, 21 de agosto de 2012

De ratones y balones

Sentados a la vera de un río, Lennie Small y George Milton reposan tras haber puesto su huella en muchos de los caminos arenosos de aquella California que sufría, unos más que otros, como siempre, la Gran Depresión. Huían del pasado tratando de poner pie en un futuro que nunca habría de llegar. En realidad pretendían escapar de un pasado idéntico al futuro, una maldición que se repetía y de la que parecía imposible huir: Lennie, inmenso, desmesuradamente fuerte, terminaba matando a cada ser vivo que pretendía acariciar, fuese este ratón, conejo o mujer. Vuelta a las andadas, vuelta a los caminos. Así lo cuenta Steinbeck en su novela ‘De ratones y hombres’. Creo, y digo creo, que los dirigentes del fútbol profesional español no tienen tan atrofiados los mecanismos del pensamiento como el pobre Lennie pero el resultado es similar. Quieren, dicen, al deporte que tienen entre manos, pero hacen todo lo posible por estrangularlo. El problema no es el día de la semana elegido, ni la hora señalada, ni el vergonzoso estado del césped en el que se jugó el partido. No, el problema solo es uno: la falta de respeto. Michael Jordan, el baloncestista norteamericano, decía que nunca jugó un partido a medio gas, por intrascente que fuera, ya que habría gente que solo tendrían esa posibilidad de verle jugar. Aquí cada día se maltrata inmunemente a quien pretende acudir al estadio, lo hacen sin problemas porque parecemos el país del "nunca pasa nada". Hasta que pasa, eso sí. Lo que no es seguro es que esa reacción exigiendo el respeto debido se vaya a dar a tiempo. Quizá, tan acostumbrados estamos a ser tratados como súbditos que lleguemos a pensar que este es el estado natural de las cosas. Al fin y al cabo, tomando palabras del teólogo Leonardo Boff , hemos desechado la razón objetiva, la lógica de las cosas, por la subjetiva, la lógica del yo. Un ‘yo’ que es mayor cuanto más poder tenga el sujeto y que termina imponiéndose a los miles de ‘yoes’ más pequeñitos.
Cuando no se debía y donde no se podía, se jugó un partido de fútbol, vamos a llamarlo así aunque en realidad vimos a veintitantos futbolistas tratando de adivinar las imposibles trayectorias de un balón tras su contacto con el suelo. Aun así pudimos vislumbrar algunos apuntes que pueden indicar cómo va a ser el Real Valladolid en este su retorno a la élite. Más por obligación económica que por voluntad, se mantiene la misma estructura y se pretende jugar con la misma personalidad. Al margen de los jugadores de banda, el resto son los mismos que consiguieron el ascenso y juegan con la misma convicción, no se han sentido arredrados por una categoría que más de uno desconocía. De los tres recién llegados lo mejor que se puede decir es que no lo parecían. Otra evidencia es que, si este es el equipo patrón, vamos a ver a un Pucela muy lejano a aquel antiguo ideal de simetría. Por ambos lados se genera problemas al equipo rival pero de forma radicalmente opuesta: la derecha, Rukavina, Ebert, es intensa, tenaz e insistente; la izquierda es fina, delicada y guadianesca.
De esta guisa el Valladolid ha conseguido sus tres primeros puntos y da la sensación de que pueden ser muchos más porque el nivel de la liga española es notablemente menor que el del año pasado y ostensiblemente peor que el de hace cuatro o cinco. Cosas de haberlo dejado en manos de estos Lennies que van matando al fútbol.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-08-2012

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