Debe de ser que las
ovejas no dan lana suficiente o que no se puede elaborar el tejido sintético
necesario para fabricar una manta con las dimensiones adecuadas para arroparte
con seguridad los pies y con libertad la cabeza. Al parecer, cuando parece que
nuestra seguridad se pone en entredicho, esas autoridades que bien nos quieren,
se desvelan intentando encontrar la forma de calentarnos los pies. Pero
siempre, siempre -ya digo, por ausencia de ovejas o de material sintético-
encuentran la misma solución: destejer la parte que nos cubría la cabeza. Lo
curioso es que, fruto de tanto desvelo, han destejido mil veces la parte alta
de la manta sin que sintamos más calor en los pies. Tantas que la manta se ha
convertido en un cinturón que nos deja al aire todas las vergüenzas mientras
permanecemos postrados en el colchón.
En estas condiciones, observar la imagen cariacontecida de nuestro presidente del gobierno en los actos de repulsa institucional ante los atentados de París, te deja con la sensación de que no ha entendido nada o de que pretende aprovecharse de todo. De que no se ha enterado de que las víctimas lo fueron por opinar a su manera, por desacralizar idearios, por pretender hacerlo por medio del humor. De su trabajo cabe cualquier juicio, análisis y, por supuesto, contraataque con las mismas armas. Pero encontraron la muerte a manos de los seguidores de Jorge de Burgos, aquel fraile que aparece en ‘El nombre de la rosa’ de cuya boca, Umberto Eco arranca diatribas que reprimen moralmente la risa y al que la provoca. No se ha enterado porque aquí seguiría siendo ilegal una revista como Charlie Hebdo y no parece que tenga intención de modificar la situación.
En estas condiciones, observar la imagen cariacontecida de nuestro presidente del gobierno en los actos de repulsa institucional ante los atentados de París, te deja con la sensación de que no ha entendido nada o de que pretende aprovecharse de todo. De que no se ha enterado de que las víctimas lo fueron por opinar a su manera, por desacralizar idearios, por pretender hacerlo por medio del humor. De su trabajo cabe cualquier juicio, análisis y, por supuesto, contraataque con las mismas armas. Pero encontraron la muerte a manos de los seguidores de Jorge de Burgos, aquel fraile que aparece en ‘El nombre de la rosa’ de cuya boca, Umberto Eco arranca diatribas que reprimen moralmente la risa y al que la provoca. No se ha enterado porque aquí seguiría siendo ilegal una revista como Charlie Hebdo y no parece que tenga intención de modificar la situación.
O de que pretende
aprovecharse de todo y, también esto, le sirve para justificar otra vuelta de
tuerca en esa legislación que, invocando el nombre de la seguridad, pretende
trasladar a nuestras calles la paz de los cementerios. El viernes, sin ir más
lejos, el gobierno dio de paso el anteproyecto de ley orgánica de Seguridad
Nacional. A partir de ahora, cuando alguien de fuera les pregunte que qué tal,
la respuesta será que no nos podemos quejar. Todo bien, entonces, dirá nuestro
interlocutor. No, literalmente no nos podemos quejar. Vaya, que nos quieren convertir
en ovejas de las que sacarán la lana para cubrirnos mejor los pies. Pero lo
harán en nuestro beneficio.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-01-2015
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