lunes, 12 de enero de 2015

FELICES, DE ESO SE TRATA

No era más que un niño y ya había sido aclamado en buena parte de los escenarios más importantes de su México natal. Desde allí arriba, con su poco más de un metro de altura, daba rienda suelta a todo su desparpajo. Vestido para la ocasión, como un Raphael en miniatura, lanzaba al aire ‘Mi gran noche’ con su prodigiosa voz que embelesaba a la platea: ¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche y al despertar ya mi vida sabrá algo que no conoce.
La gran noche se alargó unos años en los que Pinolito, el niño Fernando García Ortega, tuvo un destacado papel en varias películas del entonces pujante cine mexicano.
Años después, Pinolito dejó de ser niño y Fernando se convirtió en Coral Bonelli. Ambos cambios la expulsaron: uno, el inexorable por el paso del tiempo, del olimpo de las estrellas; el otro, el valientemente asumido, el libremente aceptado, de los márgenes que la sociedad bienpensante traza y envuelve en la palabra ‘normal’. Tras recibir esa doble patada, Coral sobrevive junto a su madre ganándose los cuartos en esos márgenes que los prejuicios permiten, las más de las veces prostituyéndose, alguna preparando coreografías en una cochera del extrarradio de su ciudad. Toda esta historia (real) se cuenta en ‘Quebranto’, un documental dirigido por Roberto Fiesco que se proyectó en Valladolid con motivo de la última Muestra de Cine LGBT.

Hubo una época, no hace tanto, en que el rival que se acercó ayer a Zorrilla cantó su gran noche. En Dortmund perdieron una final de un torneo europeo, pero, como Coral, puede presumir ante sus colegas y enseñar fotos de lo majestuoso del escenario en que llegó a actuar. Mané y sus jugadores son solo ya un recuerdo en Vitoria, un recuerdo inolvidable pero, al fin y al cabo, una fotografía que no se compadece con el presente. A aquel niño prodigio le cambió la voz y hoy se busca acomodo a regañadientes en la Segunda División. A pesar de todo, sus aficionados parecen felices. Digirieron sin pesadez el cambio asumiendo que aquellos episodios no eran, no podían ser, imprescindibles para considerar digno el camino que transita. En Zorrilla, digo, han disfrutado a pesar de la derrota. Al fin y al cabo es difícil medir la felicidad que aporta el fútbol, o saber con certeza si jugar en mejores escenarios aporta mayor bienestar. Aquí han llegado contentos y satisfechos y se han ido disfrutando de un equipo que practica ese fútbol sin secretos que se juega de Pancorbo ‘pa’rriba’. El Valladolid, cabeza de Álvaro Rubio, ojos de Óscar González y piernas de Mojica, ha demostrado estar un paso por encima. Veinte minutos elegantes y efectivos al comienzo del partido han explicado quién es quién y han puesto el roto en el marcador. A partir de ese momento, el coraje vitoriano puso en un brete el triunfo blanquivioleta. Hasta que un golpe de talento cosido por los que lo tienen, ha rematado el partido. Contentos los unos, satisfechos todos. Como Coral Bonelli que, a pesar de lo que pudiera parecer, se siente feliz porque se parece más a la persona que quiere ser, y ello a pesar de que el peaje pagado no ha sido precisamente barato. Aunque de momento no haya grandes noches.

Publicado el 12-01-2015

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