domingo, 8 de febrero de 2015

¡CÓMO ESTÁ LA LOREN!

La mitad de mis años los he vivido en el barrio de la Victoria. Llegué de casualidad durante esa etapa de estudiante en la que cada septiembre se buscaba un hueco en el que pasar el curso. Un solo paseo fue suficiente para descubrir que la gente se saludaba por la calle; que en cualquier esquina, aprovechando cualquier encuentro, se formaba un corrillo del que surgía una tertulia; que los camareros, los tenderos, los quiosqueros, llamaban a cada cual por su nombre. En ese mismo momento supe que, mientras viviese en Valladolid, podría cambiar de casa pero no de barrio. Me sentí a gusto, al fin y al cabo nunca perdí el pelo de la dehesa y en la Victoria me reencontré con ese aroma rural. Algo, por otra parte, lógico: la Victoria, en buena medida, se fue llenando con aquellas olas de emigrantes que, décadas atrás, habían vaciado los pueblos.
Mi segunda casa estaba enfrente del bar Medayo donde, entre cafés y partidas de dominó, pasaban la tarde algunos de estos hombres ya jubilados. Un día, cosa extraña, tres de ellos estaban embelesados delante de la tele. Miré: Charlton Heston, por enésima vez, cabalgaba por la pantalla recreando la figura de ‘El Cid’. Me acerqué y me contaron. Medio siglo atrás, antes de tener que abandonar sus pueblos, habían actuado como figurantes en aquella película cuyo rodaje alborotó los Torozos. Entre anécdota y anécdota, uno de ellos suspiró una exclamación en presente de indicativo: ¡Cómo está la Sofía Loren! Los tres intercambiando sonrisas maliciosas, a la par que sus ojos se iluminaron con la presencia casi real de la diva italiana con apenas veintisiete años. Cincuenta años después, la Loren es un mito que no ha perdido la elegancia, ni la fuerza que transmite su mirada, pero claro, los años no pasan en vano y ya no es la joven que enamoraba con su sola presencia.
Esa sensación de paso del tiempo es la que ha transmitido el Racing que hoy se ha enfrentado al Real Valladolid. Ha envejecido. Uno tira de sus recuerdos futbolísticos y en ellos el equipo santanderino aparece como un grupo aguerrido, rocoso y plagado de jugadores de la tierra. El paradigma de aquellos tiempos puede ser Sañudo, ese brioso central que hoy preside las cenizas de aquella historia. Ahora deambula en la segunda división sin mucha más esperanza que sobrevivir como club. Ayer mostraron poco más que la voluntad propia de los profesionales, el orgullo de quien resiste junto a la ilusión y valentía de algunos chavales que tienen el escudo grabado desde que eran niños. Poco más. Y con solo eso pusieron en un brete a este Valladolid que quiere mirar con aires de gallito pero que de tanto en tanto se trastabilla y nos sorprende con un gatillazo. El resultado fue consecuencia de diversos golpes de fortuna, nada de lo que alardear. La semana, por tanto, si lo que se quiere es seguir creciendo, debe utilizarse más para la autocrítica que para la complacencia. Tiempo habrá, en el futuro, para que Pucela y Racing vuelvan a revivir su historia en Primera. En el fútbol, a diferencia de Sofía Loren, de los tres del bar Medayo y de cualquiera de nosotros, se renace de las cenizas y los tiempos de esplendor siempre están prestos a volver.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-02-2015

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