jueves, 12 de febrero de 2015

EGO ME ABSOLVO

Los confesionarios se han quedado vacíos. En parte es consecuencia del proceso de laicización que tras años de misa obligatoria ha vivido nuestra sociedad, pero no en menor medida se debe a que nadie tiene culpa de nada, no quedan pecados que confesar porque cada vez es más acusada la tendencia a ‘reconocer’ que los culpables siempre son los otros. Sabiendo de antemano quién es el asesino, es fácil después construir relatos que encandilen a una audiencia desmemoriada y ávida de encontrar al culpable de sus desdichas, basta con entregarle a esta el papel de sufriente víctima subyugada por unos desalmados. Unos seres perversos se aprovecharon de la candidez de una inmensa mayoría de la sociedad, personas por otra parte sin tacha, para saquearles y dejarles sin derecho alguno. Seres infectos que nos han arrastrado desde el paraíso en que antaño vivíamos hasta el lodazal del hoy. Así, sin más matices, sin más nada.
No sé en qué país he debido vivir estos años, pero se parece muy poco al reflejado en esta novelita de terror. La mentira, si la hay, viene de mucho antes y tuvo muchos más padres y madres de las que ahora se reconocen. En aquel Jauja de hace una década compartíamos calles con ocho millones de personas a las que Cáritas definía como pobres. A los que ponían voz a estos hechos se les tildaba de aguafiestas; a quienes, además, alertaban de lo que estaba por venir se les metía en el cajón de los agoreros y punto en boca.

Cuando el globo pinchó, como pinchan todos los globos cuando no se deja de soplar, la realidad se mostró tan cruel como puede llegar a ser cuando no existen muros que defiendan a los más débiles de los poderosos.

Hemos llegado a este punto de miseria ética y material por las políticas, los políticos son solo la consecuencia. Políticas que se han llevado a cabo por la desidia, cuando no complicidad, de un alto porcentaje de las personas que ahora se mesan los cabellos. No hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, pero creímos que nuestras posibilidades nunca serían menos. Como sociedad hemos fallado. Ahora, sin una catarsis colectiva que sirva para comprender el papel que jugamos, sin la voluntad de asumir nuestra responsabilidad, estaremos de nuevo en manos de retóricas huecas que conducirán inexorablemente a lo mismo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-02-2015

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