martes, 9 de febrero de 2021

LLUVIA MACHADIANA

Llueve. En este preciso instante, llueve. Es lo que toca, acabo de escuchar, en el remolino de partículas distantes frente a la panadería, a una señora con los brazos extendidos de resignación. Es febrero, el loco, el revoltoso, la última baldosa por pisar del año más extraño de nuestras vidas. De hace un año, hace cien.

Hasta entonces, nunca pude abrir la ventana sin que el ruido me recomendara volverla a cerrar. Es lo que tiene que te caiga justo debajo el punto en que la avenida de Salamanca pasa a ser de Burgos. Ahora ya es posible abrir, ver y no escuchar nada.  Deseos tengas y se cumplan, dicen que dice una maldición china.  

El silencio, la distancia ya no es una oración subordinada, y si lo es, hemos perdido la secuencia de la frase principal. Las fábulas que comenzaban con ‘el día en que esto concluya’ se han dejado de contar. En vez de alzar la mirada buscando una luz al final del túnel, agachamos la cabeza y tiramos, como se pueda, para adelante.

Llueve silencio, sentimos la ropa calada de la distancia. Pesar y lejanía. Sumadas, desamparo. Malos tiempos. Enfrente, otros edificios. Escondido tras las persianas, lo concreto. Mal que bien, una parte se resigna a este sinvivir, pero sin miedo al porvenir; otra, sin embargo, ha visto caer los palos que sostenían económicamente su existencia. Peor que la incertidumbre es la certidumbre del ‘ya no’. Al desamparo, añadimos rabia y miedo.

Hay un mientras tanto por gestionar. Esperar a que escampe puede ser una solución para demasiado tarde. Monotonía/ de lluvia tras los cristales./Es la clase. En un cartel/ se representa a Caín/fugitivo y muerto Abel.

Para cuando salgamos, si salimos, seremos más viejos, más ásperos.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-02-2021

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