Hasta entonces, nunca pude abrir la ventana sin que el ruido
me recomendara volverla a cerrar. Es lo que tiene que te caiga justo debajo el
punto en que la avenida de Salamanca pasa a ser de Burgos. Ahora ya es posible
abrir, ver y no escuchar nada. Deseos
tengas y se cumplan, dicen que dice una maldición china.
El silencio, la distancia ya no es una oración subordinada, y si lo es, hemos perdido la secuencia de la frase principal. Las fábulas que comenzaban con ‘el día en que esto concluya’ se han dejado de contar. En vez de alzar la mirada buscando una luz al final del túnel, agachamos la cabeza y tiramos, como se pueda, para adelante.
Llueve silencio, sentimos la ropa calada de la distancia. Pesar
y lejanía. Sumadas, desamparo. Malos tiempos. Enfrente, otros edificios. Escondido
tras las persianas, lo concreto. Mal que bien, una parte se resigna a este sinvivir,
pero sin miedo al porvenir; otra, sin embargo, ha visto caer los palos que
sostenían económicamente su existencia. Peor que la incertidumbre es la
certidumbre del ‘ya no’. Al desamparo, añadimos rabia y miedo.
Hay un mientras tanto por gestionar. Esperar a que escampe
puede ser una solución para demasiado tarde. Monotonía/ de lluvia tras los
cristales./Es la clase. En un cartel/ se representa a Caín/fugitivo y muerto
Abel.
Para cuando salgamos, si salimos, seremos más viejos, más
ásperos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-02-2021
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