domingo, 14 de febrero de 2021

ANTES, AHORA; AHORA, ANTES

No me sorprendería que anduviese por ahí algún teléfono fijo, de esos de la ruletita, pendiente de colgar porque uno de los dos enamorados se hubiera quedado dormido en medio de una interminable sucesión de ‘cuelga tú’. Eran los tiempos en los que ni había móviles ni se podía llamar docena y media de veces al día.

Tampoco sería extraño que alguna pareja de zagales continúe haciendo zanja con el ir y venir de mi casa a la tuya con la excusa del ‘ahora te acompaño yo’. Eran los tiempos en los que la hora de recogida no se expendía por prescripción autonómica.

De entonces es Kike, el suyo. No me refiero a que sea muy viejo sino a su estética antigua, a sus modales clásicos, a su desempeño como ariete de la época de sus padres. Verle en el campo produce el mismo efecto que toparse con algún varón de mi quinta quitándose el sombrero al paso de una dama; idéntica sensación que la que tendría un adolescente de hoy escuchando a su profesor ‘efectiviwonder’, ‘okey makey’ o ‘cantidubi’. Kike, el suyo, va y vuelve, vuelve y va, acompaña y se deja acompañar sin fin sabiendo que en ese proceso se cimentará su romance con el gol. Parece escuchársele mil ‘cuelga tú’ en una conversación infinita desde el centro del área con los costados. Y siempre pendiente, atento, escuchando.

De ahora es Miguel Rubio. Tan de ahora, que ayer debutó en el primer equipo. En Primera, ya había jugado, pero de eso hace tanto, tres años, que de seguro tuvo que volver a masticar los nervios de la primera vez. Bien haría en aprender de su partenaire si pretende que su carrera en la élite se consolide. Esto, como tantas otras cuestiones, no va solo de talento. De momento, Rubio saldó su redebut con una nota que por centímetros, los que separan la posición válida del fuera de juego, no fue de sobresaliente.

Esa pequeña distancia impidió la reconciliación del Pucela con la victoria. Una pareja que hace tiempo rompió, que hoy por hoy se mira mal, como de reojo. El empate final, por más que el concepto suene a reparto, dejó el trozo más grande a los de Eibar. Cualquier igualdad a puntos les coloca en ventaja.

De antes es Sergio. De antes, porque las ha visto ya de todos los colores. Lo que, aunque sea una ayuda, no garantiza sabérselas todas. De hecho, campa como perdido, abandonado. Y es natural. Su relación con el fútbol es demasiado prosaica, de matrimonio concertado. A falta de pasión, el idilio se apuntala por los resultados. Al dejar de llegar…

La afición pucelana, la de antes, la de ahora, tiembla. Es consciente de que el juego de su equipo no le provoca mariposas en el estómago, de que los resultados no permiten sacar pecho, de que ni siquiera puede ir de casa al campo, del campo a casa, haciéndole saber que le quiere. Pero una cosa tiene clara, esa afición no va a colgar primero.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-02-2021

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