-Lo dices porque te parece un poco caro, ¿no?
Estuve a punto de decirle que sí, pero entendí que aquella
no era la palabra precisa, que la dualidad caro/barato solo tiene sentido si se
valoran diferentes precios frente al mismo producto, lo que no era el caso
porque, aunque ambas se llamen `pera’ (o plátano, o fresa, o…), nada tiene que
ver la que compraba yo con la que él guarda en la bolsa tras pagar tres veces
más.
-No, ‘caro’ no es la palabra. Explica pocas cosas. Ya me entiendes. Hay peras y peras.
Lo mismo ocurre con una de esas expresiones que han hecho
fortuna en las retransmisiones futbolísticas, la de ‘balón dividido’ que se
comenta cuando dos contendientes porfían en pos de una pelota que no está en
posesión de ninguno bien a resultas de un pase poco preciso, un control
defectuoso, un rebote fortuito o un desplazamiento demasiado largo durante una
carrera en conducción de uno de los dos litigantes… como es el caso. Al
madridista Asensio se le escapó unos centímetros el balón dando lugar a que
Roque Mesa estuviera en disposición de detener la acometida. Balón dividido,
sí, pero dicho así, sin más, se explican pocas cosas. Hay balones y balones.
En esta división, el Real Madrid propone y el Pucela opone.
Asensio intenta, Mesa evita. Si el cociente hubiera dado la razón al primero, habría
habido lío gordo; al beneficiar al segundo, hubo borrón y cuenta nueva. Gracias
al enfoque observamos que el balón no divide al campo en dos mitades, que
apenas hay jugadores entre el balón y la portería blanca, que casi todos están
aculados hacia acá. Retomando mentalmente el partido, podemos recrear los
remates francos de Janko y de Orellana, ocasiones nítidas, y pensar que la
división fue en partes iguales, que solo la ley de Murphy fue responsable de
que la tostada se posara en el suelo por el lado de la mantequilla. La probabilística
lo desmiente: cuando algo ocurre de forma similar una y otra vez, no es el azar
el responsable. Quizá la convicción lo explique, falle o acierte, Casemiro fue
al remate con la certeza de que atinaría; los pucelanos pegaron al balón con
pánico a fallar.
Basta confrontar el negativo. La relajación retratada de
Courtois se contrapone a la habitual cara de tensión de Masip; el trote
distendido de Varane, al reconocible gesto hosco de Bruno, a la mirada
amenazante de Joaquín; hasta el ir al suelo de Mesa, al arranque por bulerías
de Asensio.
A pesar de la inferior calidad del Pucela, siempre hay un
hálito que anima a creer que esta vez sí. Un algo a lo que agarrarse. Pero este
Pucela, que hace nada parecía duro, apenas se ha quedado en cuatro pesetas. Su
verdad no son aquellos dos espejismos reseñados sino la ausencia de ocasiones
creadas tras el gol de un Madrid capitidisminuido. Cero. No hay suelto ni para
rebeldías.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-02-2021
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