domingo, 21 de febrero de 2021

PERAS Y PERAS

No me sorprendió porque no era la primera vez -algún día de casi todas las semanas quedo con un trío de amigos para dar un paseo matutino y, por vivir en barrios cercanos, suelo volver a casa en compañía de uno de ellos, Javier, que aprovecha el camino para hacer algo de compra- pero, por aquello de retomar la conversación a la salida de una frutería, le comenté que con esos precios, en mi barrio, el frutero no vendería ni medio kilo de peras.

-Lo dices porque te parece un poco caro, ¿no?

Estuve a punto de decirle que sí, pero entendí que aquella no era la palabra precisa, que la dualidad caro/barato solo tiene sentido si se valoran diferentes precios frente al mismo producto, lo que no era el caso porque, aunque ambas se llamen `pera’ (o plátano, o fresa, o…), nada tiene que ver la que compraba yo con la que él guarda en la bolsa tras pagar tres veces más.

-No, ‘caro’ no es la palabra. Explica pocas cosas. Ya me entiendes. Hay peras y peras.

Lo mismo ocurre con una de esas expresiones que han hecho fortuna en las retransmisiones futbolísticas, la de ‘balón dividido’ que se comenta cuando dos contendientes porfían en pos de una pelota que no está en posesión de ninguno bien a resultas de un pase poco preciso, un control defectuoso, un rebote fortuito o un desplazamiento demasiado largo durante una carrera en conducción de uno de los dos litigantes… como es el caso. Al madridista Asensio se le escapó unos centímetros el balón dando lugar a que Roque Mesa estuviera en disposición de detener la acometida. Balón dividido, sí, pero dicho así, sin más, se explican pocas cosas. Hay balones y balones.  

En esta división, el Real Madrid propone y el Pucela opone. Asensio intenta, Mesa evita. Si el cociente hubiera dado la razón al primero, habría habido lío gordo; al beneficiar al segundo, hubo borrón y cuenta nueva. Gracias al enfoque observamos que el balón no divide al campo en dos mitades, que apenas hay jugadores entre el balón y la portería blanca, que casi todos están aculados hacia acá. Retomando mentalmente el partido, podemos recrear los remates francos de Janko y de Orellana, ocasiones nítidas, y pensar que la división fue en partes iguales, que solo la ley de Murphy fue responsable de que la tostada se posara en el suelo por el lado de la mantequilla. La probabilística lo desmiente: cuando algo ocurre de forma similar una y otra vez, no es el azar el responsable. Quizá la convicción lo explique, falle o acierte, Casemiro fue al remate con la certeza de que atinaría; los pucelanos pegaron al balón con pánico a fallar.

Basta confrontar el negativo. La relajación retratada de Courtois se contrapone a la habitual cara de tensión de Masip; el trote distendido de Varane, al reconocible gesto hosco de Bruno, a la mirada amenazante de Joaquín; hasta el ir al suelo de Mesa, al arranque por bulerías de Asensio.  

A pesar de la inferior calidad del Pucela, siempre hay un hálito que anima a creer que esta vez sí. Un algo a lo que agarrarse. Pero este Pucela, que hace nada parecía duro, apenas se ha quedado en cuatro pesetas. Su verdad no son aquellos dos espejismos reseñados sino la ausencia de ocasiones creadas tras el gol de un Madrid capitidisminuido. Cero. No hay suelto ni para rebeldías.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-02-2021

No hay comentarios:

Publicar un comentario